La revolución que viene
La presencia de Podemos en una manifestación a favor de los presos etarras dos días antes de que se forme el gobierno en el que participa el propio Podemos significa que el partido que iba a acabar con el régimen del 78 no ha abandonado del todo sus objetivos revolucionarios. Claro que esos objetivos revolucionarios coinciden, al menos en parte, con el otro partido de gobierno. No porque este pretenda dinamitar el sistema como los jóvenes profesores de clase media acomodada que se disponían a asaltar los cielos hace pocos años. Sí, en cambio, porque el PSOE de Sánchez busca un cambio del sistema desde dentro, concentrado en la ideología, las mentalidades y más en particular en la cuestión de la identidad.
La otra vía es la ocupación de las instituciones, que se ha iniciado ya con el nombramiento de una recién ex ministra para el cargo de Fiscal General. Continuará allí donde se tenga capacidad de hacerlo, con la misma falta de pudor que siempre ha exhibido el PSOE en estos asuntos. La anterior, sin embargo, es más importante. Esa es la que acabará por crear la atmósfera que haga posible un cambio profundo.
La presencia de Podemos en la manifestación a favor de los presos etarras significa también, desde la perspectiva del nacionalismo, que el nuevo Gobierno no sólo va a respetar el statu quo de hegemonía nacionalista en el País Vasco, sino que va a contribuir a consolidarlo. Y a ser posible ampliarlo a otras regiones del país, en particular a aquellas que están en trance de constituirse como naciones. Ese es el fondo de la coalición de gobierno en Navarra, como es el de las políticas de los gobiernos progresistas de la Comunidad Valenciana y Baleares. Si el PSOE y ERC, por otra parte, logran consolidarse como coalición gubernamental en Cataluña a costa de Puigdemont y sus amigos, es posible que el gobierno de Sánchez disponga de bastante tiempo para conseguir lo que busca.
Lo revolucionario, por tanto, no consiste en un proyecto de demoliciones. Es un proyecto de consolidación de algo ya existente y de avance a partir de ahí. Lo que se pierda en cohesión social y cultural en el resto de España se compensará con un programa ideológico que quiere conjugar hipermodernidad con exaltación identitaria, en particular la que fabrica el nacionalismo.