Lilian Tintori, venezolana
La salida de la cárcel de Leopoldo López no es una liberación, porque el político opositor venezolano pasa ahora a la situación de arresto domiciliario, igual de arbitraria que los tres años que ha permanecido en la prisión militar de Ramo Verde. Ocurre en un momento crucial en la deriva autoritaria del régimen de Maduro, el modelo que quieren importar a nuestro país los muchachos y los politólogos de Podemos. Efectivamente, si sale adelante el proyecto de asamblea constituyente tal como la ha presentado el autócrata, la oposición se quedará sin más voz que la de las manifestaciones en la calle. El régimen habrá conseguido tiempo, pero a costa de trasladar el enfrentamiento a un terreno en el que prevalecerá la violencia porque se habrán dinamitado todos los puentes.
Tras la liberación de Leopoldo López está sin duda la presión interna y exterior que se ha venido ejerciendo sobre el régimen. También ha ido en aumento en los últimos meses de incomunicación y las acusaciones de tortura que el propio preso había conseguido hacer llegar fuera de la cárcel. En el centro de este movimiento de resistencia está la mujer de Leopoldo López, Lilian Tintori, que se ha convertido en el rostro y la voz de los venezolanos que quieren ser libres.
Lilian Tintori no está sola
La apoya Voluntad Popular, el partido de centro izquierda de su marido, una parte muy importante de la sociedad venezolana y, muy en particular, un grupo de mujeres que se han alzado, sin más armas que su palabra y su tenacidad, contra el matonismo. Entre ellas está Mitzi Capriles, esposa de Antonio Ledezma, otro opositor encarcelado también en Ramo Verde desde 2015; María Corina Machado, ex diputada y una de las protagonistas de la apelación a la lucha ciudadana, y Yanet Fermín, diputada de Voluntad Popular, detenida el pasado mes de mayo. Que un puñado de mujeres encabece la oposición dice mucho de la sociedad venezolana. De su valentía, porque los venezolanos no han aceptado nunca el autoritarismo rampante del régimen chavista, y de su modernidad: no en todas partes la disidencia se articula gracias al trabajo y al coraje de unas cuantas mujeres.
Lilian Tintori, la heroína de una historia que por ahora se salda con el arresto domiciliario de su marido, destaca porque nada en su vida podía hacer pensar que iba a convertirse en un símbolo de la lucha por la libertad en Venezuela. Lo suyo es el deporte, más exactamente los deportes extremos, y su especialidad el kitesurf, una modalidad que requiere pericia, valentía y una preparación excepcional. Siendo campeona nacional, logró la hazaña de recorrer 60 kilómetros en tres horas. Su actividad profesional de periodista y locutora le llevó a conocer de primera mano las presiones que los chavistas han ejercido sobre los medios de comunicación y la resistencia que estos le opusieron, hasta que el envite autoritario desmanteló casi en su totalidad este bastión de la sociedad civil. El “empoderamiento”, como les gusta decir a los neocomunistas podemitas, significa destruir las instituciones de la sociedad civil, en particular los medios de comunicación. En este punto la historia siempre es la misma: cuando un comunista habla de libertad, es para acabar con ella. No sabe hacer otra cosa.
La fe católica
Lilian Tintori también heredó de su familia la fe: la fe católica. Es otro de los lazos que le unieron a Leopoldo López, además de la pasión por el deporte y la preocupación por los derechos humanos. Resulta difícil imaginar cómo una persona alcanza a asumir tal grado de compromiso, y en condiciones tan difíciles, si no es apoyándose en algo que da sentido a la vida entera. También la fe, además del amor a Leopoldo y de su propio carácter, está detrás de esa alegría que ha transmitido en algunos de los momentos más duros. En este punto, Lilian Tintori, que representa muy bien a la sociedad venezolana abierta, moderna, liberal y humanista –frente al arcaísmo oscuro y paranoico del régimen- encuentra un eco inmediato incluso en aquellos que no comparten sus creencias. Hay en ella, como en otras de sus compañeras de disidencia, una confianza, un aplomo, una claridad moral que sólo se entiende cuando se recuerda esa realidad que las sociedades occidentales se han empeñado en esconder o en sacar del espacio público, como si el hecho religioso no tuviera nada que ver con la vida y el compromiso cívicos. Lilian Tintori, que en cualquier caso no presume de católica, es la mejor prueba de que la realidad es la contraria.
Aquí en España, también tenemos ejemplos heroicos de comportamientos similares. Frente a la abominación nacionalista de los etarras, y más en particular dentro del Partido Popular, sometido durante muchos años a un acoso despiadado, fueron las mujeres las que mantuvieron la resistencia, los contactos y las redes que contribuyeron tan decisivamente a la ofensiva contra ETA desvirtuada luego, aunque le sirviera de base, en la “victoria” sobre el terrorismo. En Venezuela, personas como Lilian Tintori han mantenido el movimiento de oposición a costa de un enorme coste personal. También han mantenido el pabellón de la dignidad venezolana y, por extensión, latinoamericana. A los españoles, que formamos parte de lo más íntimo de la familia hispana, nos debería servir de ejemplo de cuáles son las consecuencias de los delirantes autoritarismos neocomunistas que llamamos populismos.
La Razón, 09-07-17