Los nuevos europeístas
Nos habíamos acostumbrado a ser europeístas por defecto, como si vivir en una democracia liberal en Europa fuera casi sinónimo de pertenencia a la Unión Europea. Más aún, se era europeísta como si la Unión prometiera una vía de solución a problemas considerados intratables en el ámbito del propio país: la cuestión nacional en el caso español y, en casi todos, la flexibilización y la liberalización de las economías. Todavía vivimos en lo que queda de esa atmósfera, como cuando se les recuerda a los secesionistas catalanes que de cumplirse sus deseos “saldrán de Europa”, como si fuera concebible una España sin Cataluña.
La situación ha cambiado con la crisis y la Unión no suscita ya tanto consenso. Al revés, durante algunos años ha estado en el centro del debate político como nunca antes, atacada por los populistas de todo pelaje con argumentos diversos pero tan virulentos siempre como irrealistas. La demagogia de Syriza y del Brexit prendió con fuerza, sin obtener una respuesta clara, como era de esperar dada la ficción de unanimidad reinante en una Unión que se había permitido soslayar debates como los suscitados por la fracasada Constitución europea.
Pues bien, el envite de los populismos ha traído aparejado un nuevo europeísmo militante, como el de Macron en Francia. También ha traído nuevas organizaciones que intentan revitalizar la idea europea, como Pulse of Europe, gente joven –aunque no exclusivamente-, con estudios, una conciencia nueva de ciudadanía europea y sin miedo al ridículo cuando ondean banderas europeas y rompen a cantar el Himno a la alegría. Hacen bien, porque los partidos pro Unión consiguen buenos resultados electorales en muchos países, al revés de lo previsto.
Esta nueva ola europeísta y liberal tiene un origen y una actitud antinacionalista, que es la base inalterable del populismo y la condición de su éxito. Frente a la exaltación de las naciones culturales, homogéneas, hostiles a lo exterior y encerradas en la nostalgia, llega la hora de volver a reivindicar lo que nunca debió perderse: la UE como el mejor avance de los últimos años, el que más beneficios ha traído a sus ciudadanos, y unas naciones-Estado que siguen siendo la base de esa misma realidad política. El nacionalismo va contra la Unión, pero también contra estas. Cuanto antes lo entienda este nuevo europeísmo, mejor.
La Razón, 26-05-17