Nacionalistas en Washington
Joaquim («Quim») Torra se dirige a Washington DC a exponer cómo el separatismo catalán representa la modernidad y la democracia frente a una España atrasada y oscurantista. En el mejor de los casos, una nación fracasada. (Es una obsesión de los progresistas de todos los partidos y de todas las nacionalidades españolas.)
¿Con quién deberá hablar Torra? En busca de alguien que simpatice con su nacionalismo y su visceralidad de tono racista, lo mejor será que llame a la puerta de los republicanos trumpistas. Allí comprenderán bien esa seguridad que le lleva a afirmar su superioridad sobre los españoles y los europeos. También les podría explicar que los nacionalistas catalanes son republicanos y que, como las Trece Colonias, buscan liberarse de una Corona tiránica y –aún mejor- una Unión Europea que no es más que una banda de burócratas elitistas. Sin ellos, el pueblo catalán está destinado a una grandeza similar a la del norteamericano.
Empezarán los problemas cuando los norteamericanos, que suelen ser gente curiosa, echen una ojeada a los socios de Torra. Eso de apoyar a un socialista para el gobierno central no gustará mucho a la grey trumpista, y aún menos le gustará que los amigos republicanos del President (como en inglés) sean todavía más socialistas que aquel. En realidad, pronto comprenderán que el perfil ideológico y social de los amigos de Torra es más similar al de los nuevos demócratas, aquellos que se inclinan por un mix de neosocialismo y políticas de identidad, que a los republicanos populistas.
Así que Torra y sus amigos cruzarán cabizbajos el Potomac en dirección a las oficinas de los demócratas. Lo más probable es que la escena anterior se repita hasta que estos, tan selectos y cosmopolitas como lo suele ser la izquierda actual, se percaten de la base nacionalista –para ellos provinciana- de Torra y compañía. Sin contar con que el federalismo al que aludirán los catalanes se parece más al estado de anarquía que al poder central fuerte que ahora preconizan los demócratas y que ganó el debate constitucional en los momentos en que se fundó la Unión –sí, la Unión, unión sagrada, de hecho, hasta el punto de ir a la guerra civil para que no se rompiera.
En Washington DC llevan muchas horas de mando. Demasiadas, para creerse que lo de los independentistas catalanes es un retoño de la revolución norteamericana.
La Razón, 26-06-18