Crisis nacional navideña
Los socialistas suelen argumentar, para no respaldar alguna clase de acuerdo que permita la investidura del gobierno, que eso dejaría toda la oposición, y la representación de la “izquierda”, en manos Podemos. No es un argumento irrelevante, ni mucho menos. Una de las explicaciones de la oleada nacional populista en las democracias liberales avanzadas se refiere precisamente a eso. Los partidos de centro izquierda y los de centro derecha se parecen demasiado. Comparten los consensos básicos que atañen a la naturaleza del sistema, y también buena parte de las políticas que se aplican a partir de ahí, en economía, educación o sanidad, por no hablar de seguridad, defensa y política exterior.
El hecho refleja otra crisis, que es la de la socialdemocracia en sistemas avanzados como los europeos. Aunque la realidad política europea deba por lo menos tanto a socialcristianos y, además, a conservadores y liberales, la aportación de la socialdemocracia ha sido relevante hasta el punto que la ha dejado sin programa. Aun así, esto no debería llevar al PSOE a encerrarse en una actitud de retraimiento.
Si lo hiciera, el PSOE dejaría claro que abandona cualquier ambición –y cualquier confianza- en la renovación de la socialdemocracia y abraza las posiciones nacional populistas. El hecho no dejaría de ser consecuente con la posición clásica del PSOE según la cual sólo la izquierda, que el mismo PSOE representa, puede gobernar en democracia porque sólo él o ella poseen la legitimidad democrática. Ahora bien, este era un argumento propagandístico, utilizado en tiempos de Felipe González de forma cínica. El caso es que sus herederos se lo han tomado en serio, con lo que parece haber pasado a ser el tronco mismo de la doctrina socialista… con la ironía añadida de que el PSOE ha dejado de representar al conjunto de la izquierda. No cabe mayor fantasía, ni más ganas de engañarse a sí mismo.
La actitud llevaría al desconcierto a muchos de los votantes del PSOE, y beneficiaría a los nacional populistas de toda laya, ya sean los nacionalistas independentistas o los neocomunistas podemitas. Son ellos los que saldrían reforzados de la crisis del sistema que provocaría el PSOE de no permitir un gobierno de PP más Ciudadanos. Habiendo llegado a un acuerdo estos dos últimos partidos, las terceras elecciones se plantearían, efectivamente, como una crisis del sistema por incomparecencia de uno de los pilares que deben sustentar los sistemas democráticos liberales, como es el centro izquierda. El sistema entero habría de ser redefinido en función de ese agujero, efecto del suicidio por inopia del PSOE.
En esas circunstancias, no se pueden desdeñar las consecuencias que esa crisis tendría en la sociedad española y en la consistencia misma de la nación. En cuanto a lo primero, detendría todas las reformas que, en un sentido o en otro, se han de emprender para afrontar los cambios profundos que estamos viviendo. La paralización del gobierno acabaría abriendo un boquete en una economía que se ha recuperado con rapidez y energía sorprendentes, algo que debería ser motivo de optimismo para todos. Y en cuanto al asunto territorial o nacional, resucitaría los viejos fantasmas de la nación incapaz de gobernarse a sí misma, nación perpetuamente inmadura, inacabada, siempre derrotada. Si el PSOE provocara esta situación –como ya ha hecho en más de una ocasión en la historia de nuestro país- estaríamos otra vez en esa vieja cantinela de la profecía autocumplida en la que se provoca el fracaso de todo un país para justificar el fracaso propio.
La Razón, 20-08-16