Ofensiva postmoderna
Luis Alejandro recordaba ayer en estas mismas páginas, muy oportunamente, una frase que Obama ha repetido mucho, la de que le “preocupan los políticos que tratan de dividir”. Es exactamente lo que hizo Obama durante ocho años, y ahí está uno de los motivos por los que ahora a la cabeza de su país está un personaje como Trump, que ha encontrado la forma de expresar la irritación de esa parte de la opinión pública que se siente marginada y despreciada ante el ejercicio sistemático de una política de esa clase. (Esto no es, para despejar las dudas, una justificación de Trump.)
En nuestro país no llegaremos a eso, porque aquí sí existe un Estado, y no sólo un gobierno, como allí, y además el cuerpo político y social es más consistente y resiste mejor las acometidas de unos y otros, los populistas y los postmodernos. Superamos los primeros y nos toca ahora ver cómo gestionamos los segundos. La ofensiva está siendo de envergadura. En muy poco tiempo, y respondiendo a un plan bien pensado y mejor realizado, como si hubiera estudiado la experiencia de Rodríguez Zapatero, Pedro Sánchez está abriendo todas las divisiones que atraviesan la sociedad española.
Calificarla de postmoderna, como se ha llamado al intento de secesión en Cataluña, ayuda a comprender de qué se trata. Es un proyecto de desmontaje de los consensos –frágiles, a estas alturas- que construían nuestro país: sobre Cataluña –la naturaleza de la nación-, la enseñanza, la historia de la República, la guerra, la dictadura y la Transición, el género, los límites de la vida, la forma de democracia. Es previsible que el ejercicio traiga la propuesta de un nuevo consenso, pero el impulso es tan fuerte, y tan importante la propaganda, que hace muy difícil la construcción de este. Como es lógico en política, ese nuevo consenso está supeditado a la construcción de una nueva mayoría en la que el PSOE recupere votos de Podemos –algo probable- y logre un respaldo gubernamental, el que ahora le falta, de populistas y nacionalistas.
La Razón, 13-07-18