
Escribir en La Razón, más aún que un placer, es un privilegio. A quien firma estas líneas le ha enseñado, entre otras muchas cosas, a salir de sí mismo y dirigirse a un público acostumbrado a pensar por su cuenta, sin anteojeras políticas o ideológicas. Solemos decir que en La Razón defendemos una manera de ver la vida inspirada en la dignidad, la libertad y la capacidad del ser humano para discernir y actuar según criterios morales.