Políticas feministas
La reciente reunión de las líderes de la izquierda comunista y populista en Valencia plantea algunos desafíos acerca de la nueva configuración de las formaciones políticas a la izquierda del PSOE. En buena medida, es la respuesta lógica al “Nosotras” que apadrinaba una foto famosa en la que sólo aparecían tres hombres, el legendario trío compuesto de Iglesias, Errejón y Mayoral. También es una respuesta a las pretensiones gubernamentales de encarnar la esencia de lo que Sánchez llaman una política feminista. ¿Queríais feminismo? Pues aquí está.
Claro que el mismo planteamiento lleva a otra clase de preguntas, que afectan a algo más que al posicionamiento táctico e incluso a la estrategia política. Se trata de comprobar qué aporta el feminismo propuesto por estas dirigentes políticas y en qué medida resulta atractivo para la sociedad. En este punto, el problema consiste en que resulta muy difícil, para una organización política e incluso para cualquiera que quiera participar en el debate público, oponerse al “feminismo”. Y sin embargo, es ahí por donde habría que empezar, aclarando desde el primer momento que hace tiempo que quedaron superadas formas de organización social en las que las mujeres ocupaban un papel específico que hoy consideramos subordinado aunque no lo fuera necesariamente. Ni estamos ya en una sociedad de producción agrícola, con la mujer en el centro mismo de la unidad económica familiar, ni en la época industrial, en la que las mujeres vieron reducida su influencia al ámbito familiar.
Ahora, reconocidos ya plenamente los derechos económicos y políticos, hemos entrado en otra era que se caracteriza por la radical y completa autonomía del individuo, como ha analizado -entre otros muchos- un ensayo reciente de la revista independiente “Unherd”. Desde esta perspectiva, el feminismo quedó al mismo tiempo cumplido y superado por la revolución sexual y moral de los años 70… sin posible vuelta atrás. Las “feministas” de hoy en día, como las que encabezan el nuevo proyecto político a la izquierda del socialismo, lo son porque postulan una equivalencia (en realidad inexistente) entre el feminismo y la total autonomía del individuo, desligada/o de cualquier lazo que no sea estrictamente voluntario, y ajeno a cualquier instancia ajena a la voluntad soberana de ese mismo individuo.
Este nuevo feminismo, por tanto, no trata ya de igualdad, ni de compasión, ni de unión social. Propone un libertarianismo radical (que sus promotores, curiosamente, no encuentran incompatible con fantasías comunistas) pero que encaja perfectamente con el nuevo mundo en el que empezamos a vivir. Un mundo que niega cualquier diferencia entre hombres y mujeres para hacer triunfar un modo de vida cada vez más abstracto, ajeno a las emociones, a los lazos, a la necesaria interdependencia de los seres humanos. Por eso las formaciones políticas, sobre todo las de derechas, las que todavía no han asumido del todo el marco de pensamiento del progresismo tienen en esta nueva formación una ocasión de oro. Ahora pueden impulsar, si no un modelo, sí los argumentos y los elementos de discusión y de debate destinados a elaborar y proponer otra forma de sociabilidad y de política, una que no condene a mujeres y hombres a un mundo deshumanizado, sin sentido, impulsado sólo por el intercambio y la fantasía descarnada y pornográfica.
La Razón, 16-11-21