Primarias y política
El debate de ayer entre los candidatos a liderar el PSOE demostró, por si a alguien le quedaba alguna duda, por qué las primarias son el mejor sistema, y el más expedito, para acabar con un partido político. Es lo que hay que recomendar siempre al adversario: unas buenas primarias, cuanto más abiertas y con más debates públicos mejor… Por eso mismo, los partidos que ganan en la Unión Europea son aquellos que no celebran esta clase de elecciones, los que no confunden el interés general con los intereses de su militancia. (Ah, la nostalgia de las casas del pueblo expresada ayer…). La CDU en Alemania, y el Partido Popular en España son dos buenos ejemplos. En Francia, el centro derecha cayó en la tentación de convocar primarias y el premio ha sido un puesto de primer ministro con el que culmina la división sembrada por aquellas.
En cuanto al éxito de estos partidos de centro derecha, hay algún que otro motivo: el derrumbe de la izquierda (no sólo de la caducada socialdemocracia), la gestión de la crisis, la capacidad de diálogo y la garantía de continuidad y seriedad. La tentación, en estas condiciones, es la de hacer el menor ruido posible y dejar que los demás se encarguen de hacer… primarias.
No tiene por qué ser así del todo. El ruido, y las primarias, significan también que los demás agentes políticos tienen muy poco que hacer y que proponer. Los socialistas están en un punto muy bajo. Y es seguro que el populismo ha alcanzado su techo, por lo menos en aquellos países en los que se han hecho las reformas, entre ellos el nuestro y Alemania. En estas condiciones, el ruido no se opone sólo al silencio ni a un perfil tan bajo que linda con lo invisible. Los buenos resultados demuestran que la acción de quien tiene un programa razonable y se atiene a las reglas del sistema genera beneficios para todos. El profundo cambio en el empleo –auténtica revolución tranquila ocurrida en la sociedad española en estos años-, el cambio en el modelo productivo, el mantenimiento del estado de bienestar, el prestigio de nuestro país en el exterior y su renovada capacidad de influencia… todo esto merece ser puesto en valor. Tenemos por delante unos años que pueden ser extraordinariamente positivos, y la opinión merece algo más que ruido y primarias.
La Razón, 16-05-17