Prioridad: empleo
Sobre el empleo pesan muchas ideas preconcebidas, nada fáciles de desarraigar. Están relacionadas más con aversiones y miedos irracionales que con realidades comprobables. Es un hecho que en muchos países, entre ellos los más avanzados –Alemania, Austria, Israel o Suiza- el desempleo no constituye un problema. Otros, como Francia, Italia y el nuestro, no consiguen dar con la clave que permitiría alcanzar un resultado parecido, siendo así que son sociedades tan desarrolladas como las primeras.
Esta realidad empezó a cambiar a raíz de las reformas introducidas en el mercado de trabajo por el gobierno de Rajoy y el Ministerio de Empleo en 2012. El resultado ha vuelto a comprobarse con los últimos datos sobre empleo, que coinciden con el cambio en la Moncloa. Son cifras espectaculares. Confirman una vez más lo acertado de las medidas tomadas en estos años y el dinamismo de la sociedad española. Nunca se había creado tanto empleo –también de calidad-, nunca había habido tantas mujeres trabajando, nunca habían trabajado más jóvenes. No hay ninguna razón para pensar que el impulso deba detenerse. Estamos a un paso (con 18.915.668 ocupados) de conseguir algo que hace muy poco tiempo parecía imposible, veinte millones de trabajadores.
Hay varios obstáculos que pueden acabar con esta tendencia. Una es la inestabilidad catalana. Otra es la ideologización de la política gubernamental de empleo. A estas alturas existen realidades que están fuera de duda, como las expuestas por el especialista francés Nicolas Bouzou. Por ejemplo, que proteger el empleo no hace bajar el paro, que la destrucción de empleo no es perjudicial si la economía sigue creándolo, que la disminución de las cotizaciones tiene un impacto favorable en el empleo, o que para las personas activas, trabajar siempre debe ser más remunerador que no trabajar. Hay otras muchas, también relacionadas con el miedo a las nuevas tecnologías. Tenerlas en cuenta demostraría que el nuevo gobierno se aleja de los miedos y la ideología. El fracaso en este punto le llevará a fracasar en todo lo demás que se proponga.
La Razón, 05-06-18