Provocaciones
En nuestro país no existe el problema de la inmigración. A finales de los años noventa, parecía que se estaba fraguando la tormenta perfecta. Pasamos de una cifra exigua de extranjeros censados (542.314, el 1,37% de la población) en 1996 al 12,1% (5.747.734 personas) en 2010. Ningún país se ha visto expuesto a estas cifras que, sin embargo, sólo plantearon molestias y problemas coyunturales. No ha habido guetos, los inmigrantes optan por la nacionalidad española y las segundas generaciones son naturalmente españolas. Tampoco han prosperado los partidos racistas, como ocurre en otros países. Tan sorprendente como esto es que no ha habido ningún modelo español de política de inmigración, como no sea que buena parte de esos antiguos inmigrantes, muchos de ellos ya españoles, vienen de Hispanoamérica.
Por eso resultaron un poco temerarias las declaraciones de Pablo Casado en las que sugería algo así como una amenaza de invasión por millones de africanos y un posible colapso del Estado de bienestar. Parecen haber sido rectificadas pronto, aunque por elevación, con una propuesta de medidas básicas para una política migratoria. (El cuarto punto, referido a la cultura, resulta particularmente vidrioso.) El Partido Popular cometió un error serio con el matrimonio entre personas del mismo sexo hace trece años. Ahora no puede permitirse el lujo de quedar etiquetado como partido antiinmigrantes, cosa que nunca ha sido.
Sobre todo porque la provocación no ha sido particularmente sutil. Al contrario, siempre estuvo claro que el aparatoso rescate del Aquarius se encaminaba –aparte de la misión humanitaria, sin duda lo principal- a dejar sin margen de maniobra a la oposición. (De hecho, el número de inmigrantes no ha dejado de caer desde la crisis de 2015.) Mucho más irresponsable que los comentarios de Casado es una política como esta, que corre el riesgo de radicalizar la sociedad y suscitar problemas hasta ahora inexistentes. Si la larga campaña electoral que Sánchez había previsto se abrevia, las provocaciones van a aumentar: en cantidad y en ruido. No será necesario responder a todas y cada una de ellas.
La Razón, 03-08-18