Reformas a lo Sánchez
Según las encuestas que vamos conociendo, la opinión pública parece estar viendo en los resultados de las elecciones madrileñas el principio de una nueva etapa. Sánchez (iba a escribir Rodríguez Zapatero) ha perdido casi todo el escaso atractivo que tuvo antes de la pandemia y, tras haber podemizado el PSOE, aliarse con los separatistas y realizar una catastrófica gestión del Covid y de la crisis económica, no suscita ya la menor confianza. Lo que suscita, más bien, es una aversión profunda, intensificada por la frivolidad, la frialdad y la arrogancia con las que trata a sus conciudadanos. Queda, claro está, mucho tiempo para las elecciones y quedan por tanto grandes posibilidades de que las circunstancias cambien. Aun así, no parece fácil que volvamos a una situación más favorable al gobierno actual.
En primer lugar, porque Sánchez está prisionero de su estrategia de pacto de gobierno con los separatistas y, además, de su progresismo histérico. Por eso es posible que caiga en la tentación de patrocinar una especie de levantamiento contra Madrid, algo que le saldrá mal, porque da demasiados argumentos a sus adversarios, como ya le ha ocurrido en la pasada campaña electoral. Después de lo que ha demostrado y de lo que ha dicho, será muy difícil dar marcha atrás y recuperar la confianza.
Lo fiará todo a la vacunación y al plan de ayuda europeo. Para rentabilizar lo primero, tendrá que competir con las Comunidades Autónomas, incluidas las de su propio partido. Y en cuanto a lo segundo, que parece más prometedor, hay que tener en cuenta que el PSOE, ya sea el de Felipe González o el de Rodríguez Zapatero, no ha sido nunca capaz de articular políticas que fomenten la creación de empleo. En la actual situación, y como ha señalado el economista Benito Arruñada, ninguno de los objetivos de las ayudas europeas corresponden a nuestras necesidades. Podríamos contaminar menos, pero ese no es, ni mucho menos, el principal problema de la economía de la sociedad española: de nuevo se antepone la ideología y la propaganda a la realidad, incluso al esfuerzo realizado. Tampoco estamos atrasados en cuanto a la digitalización, al revés: el Covid ha demostrado hasta qué punto nuestro país se ha modernizado en ese aspecto. Volvemos a la burda propaganda.
El tercer objetivo, el de la reindustrialización, sí que constituye un desafío de primera envergadura para nuestro país. Ahora bien, para abordarlo sería necesario iniciar reformas, como seguir flexibilizando un mercado de trabajo arcaico y disfuncional (además de cambiar el modelo de empleo público, la fiscalidad y frenar el gasto del Estado) que el Gobierno de Sánchez no va a realizar, si es que no las impide o empeora. Y en cuanto al reparto de los fondos, ya sabemos, gracias a la operación Plus Ultra, a lo que está dispuesto Sánchez. Si alguien cree que este gobierno de socialistas, peronistas, comunistas y separatistas va a ser capaz de aprovechar las circunstancias para mejorar la economía española, demuestra un optimismo sublime, muy digno de mejor causa.
La Razón, 18-05-21