Revolución conservadora
Según la encuesta publicada La Razón, los españoles se derechizan, o al menos así lo piensan en un 46% de los consultados, una cifra no abrumadora, pero relevante. Es un signo más de la tendencia que se plasmó en las elecciones andaluzas y tiene visos de continuar en los próximos meses. Aunque resulte paradójico, la favorece la fragmentación del centroderecha, que permite a cada uno escoger representante según sus preferencias y sus identificaciones, como en un simulacro de democracia directa.
Entre las causas está el declive del populismo de izquierdas, convertido en poco tiempo en una fuerza inocua, y la extraordinaria política socialista, empeñada en gobernar contra media España con el apoyo de los secesionistas. El electorado español, por tanto, no reacciona tanto contra la “casta” o la oligarquía, como en los buenos tiempos de la indignación, sino contra una política que tiene mucho de antisistema, y que hace gala de ello. Y resulta significativo que se encuadre a Ciudadanos en esta parte del espectro, siendo así que es un partido de centro izquierda. Lo que se dibuja es la demanda de un nuevo pacto entre fuerzas constitucionalistas, después de un período de protagonismo socialista, populista y nacionalista-secesionista. Se busca algo de orden, estabilidad y certidumbre, no una rebelión a la italiana o al modo de los “chalecos amarillos” franceses.
También resultan esclarecedores los motivos a los que los encuestados atribuyen esta evolución. Para la mayoría (relativa en todos los casos, en torno a un 35%) de los menores de 34 años, la causa es la inmigración. Para los de entre 35 y 54 años, es la crisis económica. Para los mayores de 54 años, el separatismo. El apunte sobre la inmigración resulta enigmático, pero en conjunto es un buen resumen de lo que está ocurriendo y de lo que los españoles están pidiendo a sus gobernantes. Es verdad que Vox tiene mucho que ganar por el descrédito del PP entre su antiguo electorado, pero también lo es que un partido como el PP tiene muchas bazas, entre ellas su historial de éxitos económicos al que no parece estar sacando todo el rédito posible.
En cualquier caso, si estamos ante una revolución, parece sumamente conservadora e institucional.
La Razón, 15-01-19