Oposición: sensatez e imaginación
Seguramente tiene razón Alfonso Ussía cuando sugiere que si el diputado de Teruel existe hubiera manifestado antes su intención de sumarse a la coalición progresista, no habría salido elegido. Aún más razón tuvo Inés Arrimadas cuando dijo que Sánchez habría sacado bastantes menos diputados de haber aclarado que se disponía a pactar con los republicanos secesionistas. Eso no significa que el escaño de Teruel existe no sea legítimo, como lo será el nuevo gobierno de Pedro Sánchez si sale respaldado hoy en el Congreso.
De ahí que tenga algunos riesgos la tentación apocalíptica a la que la oposición puede seguir cediendo a partir de ahora. Los adjetivos sombríos, las expresiones escalofriantes y las metáforas de alto voltaje, más o menos venidas de tiempos pretéritos, pueden reconfortar a quienes los utilizan y al círculo de allegados. No articulan, sin embargo, una línea de oposición política. Y sobre todo servirán para que Sánchez y sus amigos se reafirmen en una de sus principales estrategias, como es la de agitar el fantasma del radicalismo en la derecha.
Lo fundamental de lo ocurrido en las sesiones de investidura es, en primer lugar, la voladura definitiva de los puentes entre el progresismo y el resto de las fuerzas políticas. Después, el inicio de la realización efectiva de una nueva España postnacional. La Constitución, la Corona y la propia España van a tener significados variables, subjetivos, con denominadores comunes mínimos y en retroceso. No vamos todavía al desmantelamiento de la nación. Sí que nos hemos instalado, en cambio, en otra forma de vivir la identidad nacional.
La labor de la oposición no consiste por tanto en acumular grandes declaraciones y gestos melodramáticos. Consistirá en presentar una España alternativa atractiva y creíble en la que los lazos comunes, aquello que nos une a todos, no sea visto como una imposición o como una reliquia de tiempos pasados (y nefastos), que es como nos lo van a presentar ahora el nuevo Gobierno y sus muchos aliados mediáticos. Y con ese gesto de confianza se trata también de tender la mano a todos los que habiendo votado a Sánchez por convicciones procedentes de una mentalidad de izquierdas previa y distinta, se van a encontrar con un experimento social y cultural de otro orden. Recuérdese que a partir de ahora Sánchez no tiene más aliados que aquellos cuyo principal objetivo es acabar con España.
La Razón, 06-01-20