Sumisión al islam
Desde el 17 de agosto, cuando una célula yihadista atacó Barcelona y Ripoll con el resultado de 16 muertos, se han ido sucediendo los atentados. Por recordar sólo los ocurridos en la Unión Europea, al día siguiente, el 18 de agosto, se produjeron sendos ataques en Turku (Finlandia, dos muertos) y en Wuppertal (Alemania, un muerto); el 25 de agosto, un terrorista atacó a unos militares en Bélgica (el terrorista fue abatido); el 15 de septiembre un hombre atacó a un soldado en el metro de París (y en otro ataque en la ciudad francesa de Chalon-sur-Saône, un hombre dejó heridas a dos mujeres con un martillo); ese mismo día, 15 de septiembre, una explosión en el metro de Londres causó heridas a 29 personas.
La ofensiva es por tanto sistemática y continua. Utiliza cualquier medio, ataca de forma imprevisible y resulta de una crueldad sin límites, como demuestra el uso de un espacio como el del metro. Ante esto, conviene recordar que uno de los principales objetivos de estos ataques es provocar el enfrentamiento entre los grupos musulmanes y las sociedades en las que viven y de las que forman parte. Hay que evitar que esta ruptura se produzca.
Eso no quiere decir, sin embargo, que se deba evitar cualquier reflexión que incida en la posible relación entre el islam y el terror, lo que lleva a la crítica de los textos y las prácticas que, dentro del islam, favorecen o legitiman el uso de la violencia: desde el mismo texto sagrado del Corán a la situación de las mujeres, pasando por la licitud de la “disimulación”, que permite la mentira sistemática. En la tradición europea, la racionalidad ha pasado por la criba las demás religiones, en particular las monoteístas, y no hay razón alguna para otorgar al islam una suerte de licencia. Más aún cuando algunas minorías destacadas de las democracias liberales utilizan el islam como un aliado en contra de estas, como ocurre en algunos grupos académicos o en movimientos antisistema, profundamente antiliberales. El islam habrá de evolucionar por su cuenta porque sólo así logrará erradicar la violencia de su interior, pero los musulmanes habrán de comprender, por su parte, que la libertad de crítica es inherente a las sociedades y al mundo en el que viven.
La Razón, 18-09-17
Foto: Mezquita Muley El Mehdi, Ceuta