Un asunto sin interés
Uno de los ministros, o ministras, de Sánchez afirma que el caso Ábalos, también llamado “Delcygate”, no tiene mayor interés para los españoles, por lo que los partidos de la oposición –ya para siempre alineados en la ultraderecha- deberían ocuparse de cosas más sustanciosas. Puede que tenga razón, pero también es verdad que el asunto tiene suficientes atractivos como para atraer durante mucho tiempo la atención de la opinión pública y la de la oposición.
Está el lado cómico y vodevilesco de todo el embrollo, con un ministro en el papel de fontanero y una vicepresidenta caribeña con toneladas de maletas viajando entre Caracas y cualquiera sabe qué destino final. (Entre otras cosas, los dictadores sudamericanos están comprobando que blanquear dinero ya no es lo que era). Lo que el Delcygate revela de la política venezolana es otro de los motivos del asunto: por ejemplo, que los tiranos de izquierda, y más aún los populistas, se comportan como los antiguos tiranos a las órdenes de la CIA, o qué grado de desfachatez alcanzan estos “amigos del pueblo”.
Fascinante resulta también intuir lo que el caso Ábalos revela del funcionamiento del gobierno, en particular sobre la relación de los ministros socialistas con Pablo Iglesias, colega de Delcy Rodríguez en los estratosféricos niveles vicepresidenciales. Sánchez y Redondo mandan mucho, sin duda, pero no lo suficiente como para evitarle a Ábalos el papel de mediador –se puede emplear otra palabra- entre la Moncloa y los amigos y discípulos de los chavistas en España. Antes de evitar una crisis internacional, el ministro socialista parece haberse encargado de desactivar otra intragubernamental.
Y por si todo esto fuera poco, la guinda la pone lo que el caso Ábalos indica del giro de la política exterior española, confirmada por las declaraciones de Arancha González Laya sobre la soberanía del siglo XXI con respecto a Gibraltar, los primeros contactos europeos de la ministra y el permiso para las nuevas embajadas nacionalistas catalanas. Hay gobiernos, como el de González o el de Aznar, que entran en la política internacional por la puerta grande. El de Sánchez parece estar dando sus primeros pasos por los vericuetos turbios de aquello en lo que se ha convertido la exportación a Europa de la revolución bolivariana: la diplomacia al servicio de intereses particulares de ribetes mafiosos Se reconocerá que algo de interés sí que tiene el caso.
La Razón, 20-02-20