La velada del Pardo. Franco y Azaña
(…) FRANCO.- También a mí me resultó difícil hacerme entender por los intelectuales. Pocas veces tienen la finura necesaria para percibir el matiz político. Una vez dije que el Estado era el “instrumento totalitario al servicio de la integridad patria y sindicalista” -figúrese usted-, y los intelectuales se imaginaron que iba a hacer la revolución pendiente, la falangista se entiende, no la de ustedes. Recuerdo el soneto que Machado -don Antonio- le dedicó a Lister. Estaba por aquí… Siempre sacan a relucir el final, aquello de “Si mi pluma valiera tu pistola / de capitán, contento moriría”. Pero antes, dice, fíjese usted: “Fragores en tu carta me han llegado / de lucha santa (silencio) sobre el campo ibero”. Lo guardé en mis papeles para desconcierto de futuros historiadores.
AZAÑA.- Le faltó a usted un poeta de la misma enjundia. Claro que usted tenía algo con lo que el tal Lister ni siquiera soñaba. En su Hoja de servicios figurará que llegó usted a Caudillo por la Gracia de Dios.
FRANCO.- Sabe usted, Dios estaba con nosotros. (Silencio.) Cuando empezaron a hablar de nuestro movimiento como de una Cruzada, me pareció bien.
AZAÑA.- Un Jefe del Estado, y de Gobierno como usted ha dicho, irresponsable, o responsable sólo ante Dios. ¿De verdad llegó usted a creer aquello? Deje usted la religión fuera de todo esto. Además, la experiencia cristiana es una cosa terrible, y sólo se puede tratar en serio.
FRANCO.- Y por eso se puso usted a discutir con Menéndez Pelayo desde la tribuna del Congreso. “España ha dejado de ser católica”, dijo usted. Menéndez Pelayo, ya ve usted, que llevaba no sé cuántos años muerto. Claro que entonces resucitó, si me permite decirlo, con su ayuda.
AZAÑA.- Cuando dije aquello, estaba pensando en un problema político: el de la relación entre el Estado y la Iglesia.
FRANCO.- No se entendió así.
AZAÑA.- Porque no se quiso entenderlo.
FRANCO.- Lo que se entendió es que acababa usted de invitarnos a que hiciéramos todo lo posible para que España dejara de ser católica. Y como España es, ha sido y será católica, el sentido político de la frase estaba claro.
AZAÑA.- Y el sentido político de lo que decía usted también. En dos palabras: España o Revolución.
FRANCO.- Así es. España no podía dejar de ser católica sin dejar de ser España. Y la Revolución tiene que destruir España para triunfar.
AZAÑA.- Resultaba extraordinario que en el siglo XX identificara usted a España con el catolicismo, y aún más que llegara usted a imaginarse que Dios apoya una guerra de exterminio.
FRANCO.- O de Liberación. (…)
Seguir leyendo en La velada del Pardo, ediciones monóculo, 2024.