En vivo desde la España roja
Ksawery Pruszynski. En la España roja, Barcelona, Alba Editorial, 2007, 462 páginas.
Edward Knoblaugh. ¡Última hora: Guerra en España!, Barcelona, Áltera, 2007, 296 páginas.
Ksawery Pruszynski fue un periodista polaco que llegó a la España “republicana” en septiembre de 1936 y volvió a su país casi un año después. Fruto de esta estancia fueron unas largas crónicas publicadas en su país y recopiladas luego en un libro, titulado En la España roja, que ahora, después de setenta años, se publica aquí.
Valgan tres anécdotas para comprender su alcance. La primera es una conversación con un periodista andaluz y republicano en Jaén. Este periodista mantiene la teoría de que España nunca ha vuelto a conocer un momento de esplendor como el que tuvo bajo el islam y que ahora el marxismo, que posee “todas las ventajas que anteriormente había desarrollado el islam en estas tierras”, ofrece la oportunidad de recuperar el antiguo esplendor: un “pensamiento” claro y simple para las masas, y, para los dirigentes, una gigantesca capacidad de decisión, siendo como es el marxismo un “pensamiento por encima de las personas y los acontecimientos”. Pruszynski apunta la profunda aversión “al cristianismo, al catolicismo, al pensamiento cristiano mismo” que destilaba la actitud de aquel hombre.
La otra es un encuentro en un hospital. El médico ha tenido que recurrir a unas monjas para que ejerzan de enfermeras y se disculpa ante los periodistas, supuestamente simpatizantes de la causa roja. Entonces se produce el encuentro del autor con una de las religiosas, una monja joven que está cambiando las vendas “sucias y repugnantes”, que “chorreaban pus”, a un miliciano herido. La monja lleva una cruz “barata” bien visible colgada en el pecho. La cruz, escribe Pruszynski, destacaba sobre su vestido “aún con mayor claridad que aquella bandera roja que ondeaba sobre la ciudad desde la torre de la iglesia”. No hay nada que decir ni tiempo para hablar, pero el autor cuenta cómo se despide de ella, agachando la cabeza: “Jamás he agachado tanto la cabeza ante un ser humano y probablemente jamás, en toda mi vida, volveré a agacharla tanto”.
La última es una larga conversación con Marañón en París. Pruszynski siente una evidente simpatía por el médico e intelectual exiliado de la España “republicana”. Aquí recoge un testimonio muy valioso acerca del desastre en que se convirtió muy pronto el régimen y la responsabilidad por la tragedia que recae, según Marañón, “principalmente sobre los rojos”. También traza un fino retrato de un intelectual necesitado de confesarse, y aclarar su propio papel.
Las tres escenas son de las muchas que esmaltan este relato vivo, directo, de un extraordinario dramatismo, escrito por un hombre situado en una encrucijada sentimental e ideológica muy especial. Como polaco, Pruszynski siente una especial simpatía por España. Tampoco disimula –escribiendo como lo hace para un público polaco- su interés por la suerte de los católicos y de la España católica. Eso no quiere decir que sienta una aversión de principio por los “republicanos”. Pruszynski, fallecido bastante joven, hizo luego carrera diplomática, cuando los comunistas ocuparon el poder en su país después de la Segunda Guerra Mundial. Su nacionalidad, por otra parte, le lleva a expresar una simpatía ingenua con los nacionalistas vascos, cuya posición le resulta difícil de entender.
Estamos por tanto ante un testimonio extraordinario por la calidad del relato en sí (la escena del Madrid abandonado ante el avance de las tropas de Franco, en el que suena a todo volumen La Internacional emitida desde unos altavoces del Palacio de Correos, en la plaza de la Cibeles, es alucinante), y por la sensibilidad del autor, ajeno a la mera ideología y situado él mismo en una encrucijada trágica.
Edward Knoblaugh, el autor de ¡Última hora: Guerra en España!, no presenta tantas complejidades y sutilezas. Fue un corresponsal norteamericano, de la agencia Associated Press. Le destinaron a España, que conoce mejor que Pruszynski, en 1933. El libro está escrito en 1937 y se basa en las crónicas sobre la España en guerra que Knoblaugh escribió desde aquí, hasta que las autoridades rojas, como diría Pruszynski, le expulsaron del país.
Para comprender las razones de la expulsión, que tal vez le salvó la vida, basta con leer este libro. Es un relato directo, sencillo, escrito con el nervio de un periodista de raza y un sentido innato de la acción. Relata es lo que ocurre en Madrid, la vida cotidiana de los madrileños –y también de los valencianos- durante el primer año de guerra, es decir el mismo período que cubren las crónicas de Pruszynski.
No faltan los apuntes políticos –por ejemplo, una entrevista, sumamente reveladora, con Gil Robles en mayo de 1936 y otra con Alcalá-Zamora en París-, pero el interés de la crónica de Knoblaugh se centra sobre todo en que permite al lector revivir, con una intensidad exenta de cualquier sentimentalismo, las condiciones de vida de la zona roja: los cambios de atuendos y de nombres (¡cuántas sugerencias para Zapatero y sus amigos!), la vida nocturna, las diversiones, las nuevas formas de relación social… y también las ejecuciones sumarias (los famosos “paseos”), la atrocidad de las checas, el desenfreno de resentimiento y brutalidad propiciado por aquella “revolución” que dinamitó desde el primer momento cualquier asomo de legalidad, republicana o no. Todo un ejemplo, en una palabra.
Sin perder la distancia, tanto Knoblaugh como Pruszynski se ven comprometidos moralmente por lo que están viendo y lo que escriben. Por eso, además del talento para la narración y la agudeza para captar el detalle significativo, los dos libros, en cierto modo complementarios, se leen de un tirón. Y vienen a añadirse a otros testimonios publicados en los últimos tiempos, como el de Felix Schlayer. No merecen menos éxito.
Una última reflexión, cuyo significado dejo para el lector interesado: es curioso que de estos tres libros sólo el de Knoblaugh haya sido publicado previamente (y en… 1967) en España.
Libertad Digital, 29-03-2007