«Manual de incompetencia». Crónica de una tragedia política
Iñaki Ellakuría y Pablo Planas. Manual de incompetencia (en tiempos de coronavirus), Editorial Funambulista, 2020, 22 págs.
Está llegando la vacuna contra el covid-19 y con ella, dentro de no mucho tiempo si todo sale bien, se empezará a cerrar un extraordinario período que se inició en febrero de este año, cuando empezaron a llegar las primeras noticias de una nueva enfermedad que asolaba una provincia china desconocida. En algún momento del año que viene, empezaremos a tener una perspectiva consistente de lo que nos ha pasado. Mientras tanto, es imprescindible empezar a tener los instrumentos que nos permitan contarnos a nosotros mismos lo ocurrido y empezar a entender algo de su significado.
Aquí es donde intervienen dos grandes periodistas, Iñaki Ellakuría y Pablo Planas, que aceptaron en verano un reto casi imposible: relatar lo ocurrido y comprenderlo en términos políticos. Por eso el libro de Planas y Ellakuría arranca con Pedro Sánchez, sus orígenes y su llegada al poder, para volver de inmediato a la pandemia, a los primeros avisos desoídos, a la batalla interna en torno a la manifestación del 8-M y sus consecuencias.
Desde esos primeros compases se estableció una pauta de comportamiento que Planas y Ellakuría analizan y persiguen exhaustivamente: anteponer la agenda ideológica del Gobierno y sus intereses, en particular los de Pedro Sánchez, a cualquier consideración médica y humanitaria. Resulta extraordinario repasar cómo se pasa de la denegación -a gran escala, incluidos los aparatos del Estado y sus tentáculos mediáticos, con la Sexta a la cabeza- a la participación y el contagio voluntario en la manifestación del 8-M, convertida en un foco de infección vírica y manipulación ideológica, hasta los discursos de Sánchez, que sus asesores en comunicación quisieron convertir en un nuevo padre de la patria doliente.
No quiere decir esto que la gestión -por así llamarla- de la pandemia haya sido mucho peor en nuestro país que en otros. Lo que nos distingue es que al frente tuvimos a un grupo de personas incapaces de sentir la más mínima compasión por los enfermos, los sanitarios y quienes luchaban contra la enfermedad y aquellos otros que estaban sufriendo las consecuencias económicas de las decisiones gubernamentales. Resultan asombrosas la frialdad, la lejanía, la distancia de los responsables, incluidos aquellos que, al haber comprendido la crisis como una oportunidad política -estamos hablando de Pablo Iglesias-, asumieron una responsabilidad desmedida y debían por tanto haberse sentido más comprometidos en lo que estaba ocurriendo. Sólo así se entiende que ni una sola vez en todo este tiempo hayan visitado un hospital, un centro de salud, una residencia de ancianos: lapsus de dimensiones inabarcables, que indica hasta dónde se puede llegar en la deshumanización.
El libro de Planas y Ellakuría ofrece algunos retratos inolvidables de los protagonistas, en particular del ministro Salvador Illa y de Fernando Simón, que de especialista en epidemiología pasó a ser, en unas horas, portavoz político y luego icono pop de un progresismo que no puede vivir sin enajenarse en imágenes insignificantes, pura superficie que no remite más que a sí misma.
De ahí el interés prestado a los discursos de Sánchez, que quedan como la expresión más acabada de aquellos meses. Todo discurso político tiene algo -y en algunos casos mucho- de escenificación. Los de Pedro Sánchez presentan la particularidad de no ser más que eso. Sánchez interpreta el papel de presidente del Gobierno y luego de salvador de la patria, un papel que no se creen ni él ni quienes le asesoran y le escriben los textos. En consecuencia, tampoco participa del dolor ajeno y expulsa de su radio de acción a quien le escucha, convertido en un simple espectador.
Los discursos, monótonamente repetidos en aquellas semanas, traducen una actitud propia del progresismo español: la obsesión por elaborar sobre la realidad una realidad paralela que aparta a la primera y censura su enunciado. Quizás no hubo solo táctica en esto, y lo que estaba en juego era la propia capacidad del progresismo de nuestro país para desafiar cualquier desmentido que la realidad pudiera traer. Una vez negada la verdad, en los primeros días de marzo, el covid-19 se convertía para el progresismo, con Sánchez e Iglesias a su cabeza, en una demostración y una cuestión de supervivencia. Hay que remontarse lejos en el siglo XX para asistir a un tal ejercicio de cinismo y de frialdad.
El libro de Planas y Ellacuría describe con minuciosidad y más de una vez con exasperación, todas las maniobras realizadas con este fin, improvisadas muchas de ellas, y aplicadas sobre la marcha. La sobreactuación en momentos de éxito, como la famosa vuelta de Bruselas de Sánchez, los silencios, las espantadas (como la de junio, cuando el Gobierno en pleno se fue de vacaciones y lanzó la increíble consigna de “disfrutar”), el intento de monopolizar un poder con el que no se sabía qué hacer -pero daba igual-, como cuando la declaración del estado de alarma… Y luego, las consecuencias políticas: el pacto con Bildu, el esfuerzo por desacreditar la Corona, la consagración final de un modelo confederal y postnacional del que Madrid se erige en obstáculo principal y eje de una forma de resistencia.
Había una alternativa: llegar a un acuerdo con el PP, decir la verdad, reconocer los errores, estar cerca de los españoles que han estado muriendo por centenares cada día. Es posible que la situación no hubiera mejorado mucho, aunque también es posible que lo hubiera hecho porque los responsables habrían podido pensar en la enfermedad, no en la batalla partidista e ideológica. En cualquier caso, de la tragedia habría salido un país menos exasperado, menos enfrentado, menos desarticulado y roto.
Esa es la realidad que pintan Pablo Planas e Iñaki Ellakuría en este gran libro de urgencia, que se lee de una sentada y nos permite empezar a responder a algunas de las preguntas más duras a las que nos vamos a enfrentar a partir de ahora.
Libertad Digital, 17-12-20