Entrevista (exclusiva) con el barón de Charlus
El barón de Charlus es de las grandes estrellas del universo de A la búsqueda del tiempo perdido. Aparece sobre todo en las páginas de Sodoma y Gomorra y en La prisionera, pero está ahí desde el principio y volverá al final, avejentado pero con una inteligencia intacta, tan brillante como siempre. Aristócrata absoluto, de gustos refinados y brutales, llega a declararse al narrador de la obra… sin éxito. (El narrador se lo pierde, claro.) Suponíamos que las violentas pasiones de Charlus no traspasarían nunca la imaginación de su creador… hasta que hemos comprobado que nuestro amigo vuelve a la vida en internet: en twitter y en Neupic, donde firma unos textos breves, llenos de sensibilidad y sentido común. Parece otro, pero no lo es, o no del todo.
JMM – ¿Qué recuerdos tiene de cuando le retrató su amigo Marcel Proust?
Baron de Charlus – Recuerdo momentos buenos de tertulias de literatura, arte e historia. Recuerdo gente agradable, mujeres vestidas como si las hubieran esculpido de una pieza. Recuerdo también alguna cosa mala, algún duelo. Y pasiones amorosas desmedidas. Teníamos un grupo de amistades donde el arte era muy importante y la conversación un arte en sí mismo.
JMM – ¿Y del muy querido Marcel?
BdCh – Era un tipo singular, verá, siempre parecía estar observando lo que decía, con plena atención (para escribirlo luego descubrí). El pobre siempre con asma, era una mezcla de ligereza e intensidad. Hablar con él era un lujo, pues era uno de los jóvenes más cultos que conocí aunque bastante orgulloso. A veces le cambiaba el ánimo, le notaba yo angustiado. Luego cuando lo leí, comprendí que necesitaba escribir su obra, encontrar el sentido de su vida. Hasta entonces vivía para los placeres y sus amigos. Ahora pienso en él y es como si le viera siendo el centro de las reuniones aristocráticas, las señoritas hacían cola por su favor. Recuerdo haber advertido a alguna de esas jóvenes del trato con Marcel, porque no era lo esperaban.
JMM – Supongo que le gusta el retrato de À la recherche…
BdCh – Me gusta mucho como retrata mi carácter – aunque exagera mi ímpetu colérico-, no tanto que inventara asuntos algo espinosos de mi persona, que, incluso ahora, escandalizarían a cualquiera. Aunque como el libro es tan largo, ¿quién se va a enterar?
JMM – La literatura concede el privilegio de la inmortalidad y le ofrece a otros, a gente nueva, una chispa del tiempo que hemos perdido…
BdCh – Claro, fíjese en mí, ja, ja. La literatura permite que el mundo se explique a sí mismo. La literatura es la memoria sentimental, subjetiva y emocional (mientras que la historia es más racional) de la vida humana. Es una obviedad, pero de alguna manera cuando leemos estamos viviendo lo leído, y esos personajes al verse leídos se animan, sienten la energía que brota de nuestros ojos lectores y es como si vivieran.
JMM – No hacía política, pero fue usted antidreyfusard, aunque no –y esto es importante- antisemita…
BdCh – Recuerde el cariño que siempre le tuve a Monsieur Swann, una de las personas más bondadosas que conocí. Mi antidreyfusismo era una especie de esnobismo, es curioso, yo que era la guinda del pastel de la aristocracia, necesitaba verme aceptado por mi clase. Tenía miedo de perder el viento favorable de los salones porque, realmente, como usted sabe soy alemán, bueno de origen alemán, y siempre he sentido admiración por el espíritu germano.
JMM – ¿Echa de menos algo de aquellos tiempos?
BdCh – Echo de menos los salones aristocráticos… Con el paso de los años, del siglo, lo veo tan lejano, aquella sociedad en la que había un orden, una estética, unas formas. Aquella sociedad que sabía divertirse, que prefería la calidad a la cantidad. Echo de menos a mis amigos, a Swann, Jupien y a mis familiares, especialmente a mi hermano Basin, a Oriana, la ingeniosa Oriana, a Robert y a mi mujer. Echo de menos ser joven y asistir a las fiestas donde sonaban violines y corría el champán. Y echo de menos una cierta energía, ciertas ganas de vivir.
JMM – ¿Madrid principio de siglo, París fin de siècle…?
BdCh – Al igual que entonces vivimos una época de grandes cambios, al igual que entonces nuestros próceres de la política andan en asuntos turbios. El hombre sigue siendo el mismo. Lo que es muy distinto es la cultura y el gusto de las masas. La cultura se ha degradado sumamente, cualquier cosa puede ser considerada cultura. Como si el darle nombre a las cosas revelara su verdad. Madrid tiene algunas zonas muy parisinas como el Barrio de Salamanca y la zona de Trafalgar, en eso se le parece, pero claro ni el París ni el Madrid actual tienen nada que ver con aquel París. Hoy todas las ciudades son muy parecidas, la autenticidad, el espíritu de los pueblos se ha diluido en la globalización.
JMM – O sea, se puede sobrevivir a la modernidad…
BdCh – Pues sí, aunque ha cambiado el mundo. Ahora, hasta los reyes se casan con plebeyas, en aquellos años me hubiera impactado mucho. Me gusta la libertad de ahora, pero echo de menos las formas de antaño. Ustedes en España dicen “lo cortés no quita lo valiente”. Pues eso, mayor cortesía y amabilidad le daría al mundo algo de placidez y alegría. Porque, al fin y al cabo, la cortesía es la manera de tacto suave y sedoso de relacionarse con los demás.
JMM – ¿A qué gustos has permanecido fiel?
BdCh – Sigo disfrutando de las tertulias en torno a una buena mesa. Me sigue deleitando el buen vestir, es difícil encontrar buenas sastrerías, pero en Madrid conozco algunas. Permanezco fiel a Balzac: el hombre sigue haciendo comedia. Y la pintura de Rembrandt, y soy mecenas de algunos artistas, siempre que no sean de arte contemporáneo. Toco el piano por las tardes mientras doy sorbitos a una copa de vino.
JMM – ¿Cómo se puede seguir siendo un auténtico príncipe, -Palamède de Guermantes, ni más ni menos- en Internet, sobre todo en twitter? Es un personaje complicado para 140 caracteres… bueno, para el simple término “caracteres”, a menos que sean los de Teofrasto o La Bruyère.
BdCh – El culpable es ese muchacho que anda escondido detrás de mi personaje. Espero que no acabe poseyéndole. En realidad ya ni se acuerda de mí, es su excusa para escribir. Pero comparte conmigo cierta impertinencia. Es tan arrogante e insolente como yo. Que nadie piense (ahora hablo yo) que en Twitter digo o actúo como el personaje de Proust, simplemente me apeteció ponerme este seudónimo, me fascinó el personaje. Como dicen los de Gran Hermano refiriéndose al programa leer a Proust es una gran experiencia.
JMM – En realidad, Charlus no es precisamente su título más sonoro, aunque sí que resulta significativo… mucho.
BdCh – Verá, me gusta mucho como suena, además el título de Barón de Charlus es de los más antiguos de Francia. Pero no quiero aburrirle con heráldica. Ya sabe, soy también duque de Brabante, doncel de Montargis, príncipe de Oléron , de Carency, de Viareggio y de Dunes… (Risas) Qué bonito adorno.
JMM – ¿Alguna causa contra o por la que tomar partido, hoy en día? Quizá la de la felicidad, aunque suene pretencioso. No es tan difícil, me parece a mí…
BdCh – A mi edad solo quiere uno que le dejen en paz.