Lope de Vega. «La boda entre dos maridos». El amor libre y la amistad
De El verdadero amante. Lope de Vega y el amor
Febo y Lauro son los protagonistas de La boda entre dos maridos: dos muchachos de buena familia burguesa, como le gusta a Lope, estudiantes en Salamanca y reunidos en Madrid por vacaciones. En una noche, de verano sin duda, mantienen una pequeña diferencia de criterio que se salda, muy pronto, con un encendido diálogo.
Lauro: Febo, de mi alma Apolo, / luz de mi vida y honor / … / Quédate en casa y descansa; / que este negocio es seguro, / … / Febo: Mi lado, Lauro, te cansa; / cánsate mi compañía, / Ya tienes gusto sin mí. / Lauro: Si eres ingrato como él, Lauro, [en referencia a Dafne] los nombres repruebo. / Llévame, así Dios te guarde; / que no me podré dormir, / pensando si has de venir / bueno o malo, presto o tarde. / No me desveles así, / pues sabes lo que te quiero. / Lauro: Tu cansancio considero, / y este me detuvo aquí; /que, por lo demás, no sé / cómo dudas de mi amor, / que igual al tuyo es mayor. / Febo: Eso no lo sufriré. / Bastan los agravios hechos; no me digas que me quieres / más que yo a ti, Lauro, si eres / el alma de nuestros pechos; / que si porque amor se arguya / entre dos, que no han de ser, / un alma sola ha de haber, / ¡por Dios, Lauro, que es la tuya! / Yo sólo soy cuerpo aquí; tú eres la razón, la ley; / tú la voluntad y el rey, / que vive y que manda en mí. / La estrella con que naciste / tiene imperio en mí, y la estoy / tan sujeto, que no soy / más ser del ser que me diste; / que a no conocer los dos / que hay Dios, para más ejemplo / te hiciera labrar un templo / y te adorara por Dios. / Lauro: Tente, que el amor te lleva / a ser loco. Lauro: Y aun es poco, / que amor sólo con ser loco / sus ejecutorias prueba. / Lauro: Probada tengo la mía / con testigos de mi fe: / desde que te vi te amé, / y antes de verte, algún día.”[i]
Estamos, obvio es decirlo, ante una escena de amor. Febo se desvela por la suerte de Lauro porque el amor ha hecho que su alma sea ahora la de Lauro. Hasta tal punto lo es que los dos comparten un solo aliento vital y han quedado transformados, como les ocurre a los amantes, en un nuevo ser indistinguible de la persona amada, Lauro en este caso. Y Lauro, que ve su amor puesto en duda por aquel al que él quiere como a sí mismo, protesta por la injusticia que se está haciendo. Nunca supo lo que era la plenitud vital antes de conocer a Febo porque andaba enamorado de una idea de perfección que sólo Febo ha realizado. Es Febo, por tanto, el que le ha restituido a su naturaleza, ese milagro que sólo consigue el amor verdadero. Ni siquiera falta la alusión, al límite de lo sacrílego, a la idolatría amorosa, la misma que Calisto sentía por Melibea. Estamos por tanto ante dos verdaderos amantes, de los que no pueden vivir uno sin el otro, se han fundido en un ser nuevo, abandonado todo egoísmo, cualquier amor propio, y se entregan en cuerpo y alma –literalmente- a ese otro yo resultado de la fusión de ambos.
El amor que rige la conducta de Febo y Lauro es tan evidente para los demás personajes, que uno de ellos, portavoz de ese realismo nunca ausente en Lope, insinúa algo más: “…que según la amistad es, / si no es que el honor agravia, / estarán los dos con Fabia, / o se acostaron los tres”.[ii] Ya sabemos que los amantes, por muy conscientes que sean de lo que el amor significa de verdad, no suelen hurtarse al deseo que es, al fin y al cabo, aquello mismo que pone en marcha el impulso amoroso. Los nombres contribuyen a la evocación erótica, porque si bien es cierto que Dafne rechazó el amor de Apolo (Febo) y por eso fue convertida en laurel (Lauro), nunca nadie dudó de la urgencia del deseo del Dios enamorado. Tras la intensa declaración que acabamos de leer se dibuja por tanto una de las más famosas historias de amor de Occidente, que el propio Lope había llevado a escena en El amor enamorado.
No es la única vez que aparece el amor entre hombres, aunque, como era de esperar, no sea un asunto frecuente en el teatro de Lope. El salvaje Gomel, de El hijo de Reduán, enamora por igual a damas y hombres y Julio, sometido a un hechizo, se enamora de Alejandro en La vengadora de las mujeres. La prueba de los ingenios cuenta los amores de dos mujeres, Laura y Florela, y para justificarlos, Finea, la criada de la primera, argumenta: “Basta que sepa el rigor / de que tú ignorante estás, / habiendo estudiado tanto, / pues Pasiphae un toro amó, Ciparino un ciervo. Y dio / a toda la Persia espanto. / Jerjes, poniendo su amor / en un plátano; un caballo / Semíramis quiso… / Peces y árboles amaron / mudos y estatuas también, / querer a una mujer bien, / ¿qué decretos lo vedaron?”[iii] A la literatura española clásica, tan radicalmente libre, le resulta difícil ponerle puertas al deseo. También vale la ambigüedad y el terreno que esta abre a la aventura amorosa y teatral. En Las Batuecas del duque de Alba, la villana Taurina ofrece un “cortejo rústico”, de esos reinventados por Lope a partir de Virgilio y Ovidio, a Brianda, disfrazada de hombre: “Yo te daré todo un prado / de feno [heno] hasta la cintura, / que la primavera pinta / de flor el Abril rosado”.[iv] En La francesilla, en cambio, es Clavela la que se aprovecha de la situación cuando, vestida con traje masculino, consigue colocarse de criado del muchacho del que está enamorada y todas las noches se acuesta a sus pies…
En La boda entre dos maridos, el amor que se tienen Lauro y Febo es tan grande que cuando Febo le confiesa que se ha enamorado de la mujer que ama su amigo, este renuncia a ella para dejarle el camino libro a Febo. No hay ni rastro de celos. Febo, ya lo sabemos, se ha fundido con Lauro, con el que no tiene no puede tener secretos. La clave consistirá en superar el amor propio. Esta forma de egoísmo llevaría a Lauro a romper con Febo. Lauro, en cambio, sacrificará su cariño por una muchacha en el ara de su verdadero amor, el que siente por su amigo Febo.
El motivo de los dos amigos, o de los amigos verdaderos, viene de la Antigüedad, permaneció vivo a lo largo de la Edad Media, como expuso Juan Bautista Avalle-Arce en su clásico estudio y, desde su incorporación al Decamerón por Boccaccio, volvió a inspirar la literatura del Renacimiento.[v] En Cervantes aparece en la novela del Curioso impertinente, donde se trata un asunto que tiene alguna relación con la obra de Lope, como es la prueba a la que un amigo somete a otro induciéndole a cortejar a su propia esposa. Lope no está interesado, como Cervantes, por los vericuetos y las ambigüedades éticas del motivo. Lo suyo, más cerca del cuento de Boccaccio que sigue muy de cerca, es la exaltación de la amistad, aunque siempre desde una perspectiva propia: poner en claro, y a partir de ahí construir para la escena la naturaleza misma de la amistad, que en parte es la del amor.
El amor y la amistad comparten el sacrificio personal, no sentido como tal por el amigo porque, como en el caso de los amantes, los amigos han alcanzado una forma superior de ser en el que se ha borrado la distinción entre uno y otro, una idea similar a la de la fusión de las almas en una, desarrollada por Cicerón en su diálogo Lelio, o de la amistad. En La boda entre dos maridos, Lauro se ha convertido en un paria social por haber permitido el amor de Febo con la muchacha de la que andaba enamorado hasta entonces, un gesto que nadie entiende, lo que insinúa de nuevo, según Julio González-Ruiz, que la relación entre Febo y Lauro va más allá de la amistad.[vi] Las desgracias que le suceden a partir de ese momento reflejan esa condena social, que le llevará a la máxima desdicha, pobre y huido de su país, cuando se vea acusado de un crimen que no ha cometido. Entonces habrá llegado el momento de que Febo, a su vez, le demuestre su amistad. Es ahí cuando Febo, para salvarlo, se declara culpable de ese mismo crimen, siendo así que es tan inocente como Lauro. (…)
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[i] La boda entre dos maridos, ed. J. Gómez y P. Cuenca, Comedias, XIV (Madrid: Biblioteca Castro, 1998), pp. 489-491.
[ii] Ibíd., p. 541.
[iii] Cit. en J. González-Ruiz, Amistades peligrosas. El discurso homoerótico en el teatro de Lope de Vega, (Nueva York: Peter Lang, 2009), pp. 32-33.
[iv] Cit. en R. Osuna, Polifemo y el tema de la abundancia natural en Lope de Vega y su tiempo (Kassel: Edition Reichenberger, 1996), p. 108.
[v] J. B. Avalle-Arce, “Una tradición literaria: el cuento de los dos amigos”, en Nueva Revista de Filología Hispánica, Vol. 11, nº 1, pp. 1-35.
[vi] J. González-Ruiz, Amistades peligrosas. El discurso homoerótico en el teatro de Lope de Vega, ed. cit., p. 57.