«David et Jonathas». Una ópera sacra en el Teatro Real

Tras el éxito de la Medea de Charpentier la temporada pasada, el Teatro Real sigue ofreciendo la oportunidad de conocer la obra de Marc-Antoine Charpentier, uno de los grandes de la música francesa. Esta vez le llegó al turno a David et Jonathas, una “tragedia escénica” estrenada en 1688 en el Colegio Louis-le-Grand perteneciente a los jesuitas, cuyo papel en el desarrollo del teatro barroco es bien conocido. Fue gracias a las representaciones jesuíticas que Charpentier pudo desarrollar su vocación teatral al margen del monopolio real de Lully.

Cinco años antes, Charpentier ya había compuesto una “historia sagrada” de gran belleza, Mors Saülis et Jonathae, oratorio con libreto en latín, sobre el mismo asunto. Y es que el tema de la amistad, que el Renacimiento había vuelto a poner de actualidad, cobró en el siglo XVII, tan atormentado, un sentido nuevo. En su “ópera sacra”, Charpentier y su joven libretista, el padre Bretonneau, la colocan en el centro de una intriga trágica, que la enfrenta a la tiranía de Saúl, monarca abandonado por el Señor, y a la deuda de honor y fidelidad que los dos amigos protagonistas tienen a quien es su padre, en el caso de Jonathas, y su soberano, en el de David. Con estos mimbres, que se adecuaban bien a un temperamento sensible a la grandeza y a los abismos de la tragedia, Charpentier compuso una obra maestra de dinamismo, variedad, riqueza de escritura, con conjuntos, coros, arias, parlamentos, dúos y ballets de gran consistencia musical, una partitura que recrea con teatralidad y humanidad los conflictos representados. Fue una pena que no se realizara un pequeño esfuerzo para aclarar la acción, en particular en una obra concebida, como esta, para una puesta en escena de gran calibre escenográfico.

Como David, brilló con autoridad el tenor -no contratenor, afortunadamente- Petr Nekoranec, que tiene el privilegio, y la técnica para cubrir un registro excepcionalmente amplio y perfectamente homogéneo, desde los agudos de cabeza hasta las muy sonoras y masculinas resonancias de pecho, con un gran lamento final (“Jamais amour plus fidèle”). Le dio la réplica como David la soprano Gwendoline Blondeel, excelente conocedora del repertorio barroco, con una voz clara y jugosa, que cantó una extraordinaria escena de la muerte en el último acto. Gran Saúl, combinando aplomo y desquiciamiento, el de Jean-Christophe Lanièce y muy convincente la Pitonisa de Lucile Richardot, que se lució en su escena del prólogo, de gran empaque clásico, que cantó con voz rotunda, potente y muy teatral. Estupendo el joven bajo Lysandre Châlon, de instrumento limpio, bien proyectado, denso y convenientemente oscuro, que dio muestras de versatilidad en sus tres papeles. Gran actuación de todos los demás. Sébastien Daucé dirigió -en mangas de camisa- a su Ensemble Correspondances como él sabe hacer con la música de Charpentier, que tan bien conoce: dirección precisa y clara, pero dejándose llevar por la riqueza armónica y rítmica de una música en variación perpetua, toda en matices y variantes. Es algo que se agradece siempre, y más en momentos en los que parecen imponerse caprichos y arbitrariedades. El Ensemble Correspondances brilla a gran altura en estos menesteres, incluido el Coro, pequeño pero fabulosamente empastado y expresivo, al que se sumaron varios de los solistas. Enorme éxito, bien merecido.

MARC-ANTOINE CHARPENTIER, DAVID ET JONATHAS
Petr Nekoranec, Gwendoline Blondeel, Jean-Christophe Lanièce, Lucile Richardot, Etienne Bazola, Lysandre Châlon. Versión de concierto. Dir. : Sébastien Daucé. Ensemble Correspondances. 27 de septiembre de 2024

Ópera Actual, 28-09-24

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