«La del manojo de rosas» en el Teatro de la Zarzuela. Fresca como el primer día
La sexta reposición de La del manojo de rosas en el montaje de Emilio Sagi, desde su estreno en 1990, lejos de convertirse en una rutina, es siempre una fiesta. Son bien conocidas las virtudes de esta puesta en escena perfecta, sin comillas ni cursivas: economía de medios, claridad, sorpresa, diversión y una elegancia que se resume en la plazoleta “Delquevenga”, todo un universo, una mentalidad y un humor madrileños que no parecen dispuestos a pasar a mejor vida o, como diría Espasa, a “cortacircuitarse”.
Por la ingeniosidad y la simpatía de las caracterizaciones, además de los toques intrínsecos de modernidad, sin la menor concesión a la demagogia, acaba siendo una representación del pequeño teatro del mundo en versión castiza. Inteligible, y fabulosamente entretenida, para cualquiera que aprecie la música y el teatro españoles. Se nota, por si fuera poco, la entrega de los participantes, conscientes de participar, o mejor dicho, recrear un mito de nuestra escena, del que algunos de ellos, como Milagros Martín -aquí en Doña Mariana, habiendo dado vida a Ascensión en 1990- y Enrique Baquerizo, han sido protagonistas a lo largo de todos estos años. Lo que era -y sigue siendo- una representación de primera categoría se convierte así, sin necesidad de notas a pie de página ni comentarios pedantes, en la demostración de la vigencia de un género y de la cultura que lo hizo posible.
En el papel protagonista de Ascensión, la soprano Vanessa Goicoetxea, de imponente presencia escénica, lució una voz rotunda, expresiva, sin problemas en los agudos ni en los fortes, que algún exceso de vibrato no consigue empañar. Manel Esteve, tiene un instrumento ancho, cálido, de una gran densidad, y lo utiliza sin miedo para componer un personaje de gran atractivo. Con esos mimbres, que brillaron especialmente en “Madrileña bonita”, pero también en los dos dúos con Ascensión, no es de extrañar que la muchacha no se lo pueda quitar de la cabeza. Muy bien expresada la melancolía del “Qué tiempos aquellos”, con una excelente interpretación de Goicoetxea. La soprano Nuria García Arrés compuso una pizpireta y encantadora Clarita, aunque la algo escasa proyección de la voz le dificultó un poco el llegar a redondear el personaje, que tiene algo de ingenuamente presuntuoso. Capó fue magníficamente cantado por Jesús Álvarez Carrión, tan buen actor como músico, con naturalidad, soltura y gracia y Gerardo López salvó con dignidad y soltura el papel un poco ingrato del aviador Ricardo. El gran Ángel Ruiz, de larga y polifacética carrera, se alzó a primera línea con un Espasa de antología, fabulosamente divertido, sin sobreactuaciones ni excesos y una dicción clara y expresiva, una auténtica hazaña. Recibió, como es debido, una gran ovación. De la Doña Mariana de Milagros Martín y del Don Daniel de Enrique Baquerizo son de resaltar la frescura y la intención: es un lujo contar con dos artistas que no parecen conocer lo que es la inercia ni la monotonía. Excelentes todos los participantes: los miembros del Coro Titular del Teatro y los bailarines figurantes, de primera importancia en una puesta en escena que quiere retratar un mundo no del todo perdido. De ahí la importancia de la coreografía de Goyo Montero, actualizada por Nuria Castejón, la inteligente iluminación de Eduard Bravo, el fino vestuario -otro clásico- de Pepa Ojanguren y -cómo no- la escenografía de Gerardo Trotti. Excelente y dinámica la dirección de Alondra de la Parra, al frente de una gran Orquesta Titular.
Vanessa Goikoetxea, Manel Esteve Madrid, Gerardo López, Jesús Álvarez Carrión, Nuria García Arrés, Ángel Ruiz, Enrique Baquerizo, Milagros Martín. Dir. esc.: Emilio Sagi. Dir. musical: Alondra de la Parra. 20 de noviembre de 2024
Ópera Actual, 21-11-24