Tifón Bartoli: Populismo belcantista
Los recitales de Cecilia Bartoli sin siempre garantía de espectáculo y diversión. Este lo fue en grado aún mayor porque al gusto por lo teatral propio de la protagonista, se añadía una inteligente puesta en escena gracias a la cual los espectadoras pudieron asistir, en vivo y en directo, a la preparación de la cantante, con cambios de vestuario, de pelucas y de complementos, en un micro camerino montado a un lado del escenario. El aburrimiento que siempre acecha en los recitales, sobre todo en los recitales barrocos con sus interminables repeticiones de adornos, gorgoritos y da capi, quedó barrido de un plumazo.
En un primer momento, pareció que Bartoli iba a centrar el espectáculo en Farinelli, tan ligado a Madrid y la Corte española. Pronto se pudo comprobar -con alivio- que el reclamo postmoderno y ya algo mustio y faisandé de los castrati y su mundo cedía el paso a la evocación desenfadada y un poco paródica del universo de una gran diva de hoy, más exhibicionista aún que en otros tiempos, pero menos compuesta y nada envarada. Así que el público contempló a Bartoli en la intimidad de su puesta a punto, impaciente con su ayudante o con el director de orquesta embarcado en unas interminables suites orquestales, persiguiendo a un pajarito que ella misma llevaba colgado de la punta de una caña de pescar, improvisando con los solistas a los que desafiaba a ver quién emitía el sonido más agudo o estentóreo, incluso iniciando unos pasos de baile, después de haberse persignado eso sí. Y, sobre todo, riéndose sin parar, en particular de sí misma.
Claro que un espectáculo de esta índole sólo tiene sentido si se cuenta como eje de todo a una gran actriz y cantante. Desde esta perspectiva, la mezzo romana se podía haber limitado a la exhibición de técnica, medios y facultades. No faltó esto, con una coloratura vertiginosa y golpes de glotis de una precisión extraordinaria, aunque casi siempre de forma autoparódica, como en las diversas competiciones con la trompeta, el oboe, la flauta y el flautín -excelentes solistas todos ellos. Ahora bien, el tono lo dio la primera nota del aria de salida, un interminable agudo en piano, auténtica declaración de principios sobre lo que iba a venir luego. Y es que la diversión atesoraba un fabuloso despliegue de canto spianato, en medias voces, con filados de otro mundo y un legato formidable, sin fallos. Resultó particularmente memorable el da capo de la siempre hiper azucarada “Lascia la spina”, que cantada de esa manera resultaba por fin humana e incluso, dada la relativa dureza que ha ido cobrando el instrumento, con matices emocionales inéditos, quasi veristas. El otro gran protagonista de la velada fue la excelente orquesta Les Musiciens du Prince-Monaco, más nutrida de lo que suelen estarlo los grupos barrocos, bajo la dirección precisa y colorista de Giancarlo Luca. El bailarín y actor Nicolas Payan contribuyó con inteligencia y naturalidad al desarrollo de la acción. De propina, el Non ti scordar di me, cantado como un despliegue de legato belcantista, y una gran improvisación que acabó en evocaciones jazzísticas y de comedia musical. Triunfo enorme, como merecido.
Ópera Actual, 02-11-22
“Farinelli y su tiempo”. Recital de Cecilia Bartoli
Obras de Georg Friedrich Händel, Nicola Porpora, Johann Adolf Hasse, Georg Philipp Telemann y Antonio Vivaldi
Dir.: Gianluca Capuano. Les Musiciens du Prince-Monaco
1 de noviembre de 2022