Melquíades Álvarez. El republicanismo ilustrado
Melquíades Álvarez fue una de las víctimas de los hechos ocurridos en la Cárcel Modelo de Madrid el 22 de agosto de 1936. En julio, amenazado por su derechismo, había abandonado su casa. Se refugió en la de un amigo suyo. Allí fue detenido el 4 de agosto y trasladado de inmediato al establecimiento penitenciario. El 22 de agosto se declaró un incendio en la cárcel que fue atribuido a los llamados “presos políticos”. Treinta de ellos, aquel mismo día, fueron sometidos a una parodia de juicio en un sótano. Melquíades Álvarez, en el momento del fusilamiento, recibió un golpe de bayoneta en la garganta. Se cuenta que, durante el traslado de los restos, en la madrugada del día siguiente, los encargados de apilar los cadáveres en un camión, lanzaron el de Melquíades Álvarez con tal fuerza, que cayó del otro lado del vehículo. Tan poco pesaban –“menos que un pollo”, según uno de aquellos hombres- los restos del gran orador reformista y liberal. Cuando se enteró de los hechos, Manuel Azaña, durante once años inscrito en el partido fundado y dirigido por Melquiades Álvarez, pensó en dimitir de la Presidencia de lo que quedaba de la Segunda República.
El joven republicano
Melquíades Álvarez había nacido en Gijón el 17 de mayo de 1863. Se crio en una familia sin recursos. Para subsistir, su madre, viuda, abrió una casa de huéspedes en el piso que tenía alquilado en Oviedo. El muchacho debió de comprender pronto la situación familiar y, apoyado por la madre, puso todo su empeño en estudiar Derecho. En 1887 ya ejercía de abogado y proporcionó a su madre y a sus tres hermanos una vida un poco más holgada. Durante toda su vida practicó la abogacía y rindió al Derecho un auténtico culto. Un culto no siempre exento de ingenuidad como cuando, habiendo sido delegado por el Colegio de Abogados del que era decano para defender a José Antonio de Primo de Rivera, detenido en 1936, quiso seguir desempeñando su función después del levantamiento de julio. La pasión por el Derecho condujo también a Melquiades Álvarez a la enseñanza universitaria. En 1886 presentó en Madrid su tesis sobre La pena y su naturaleza. Era el paso imprescindible para optar a una cátedra, que consiguió a los 31 años. en 1898. después de varios intentos frustrados, al ocupar como titular la de Derecho Romano en Oviedo.
Para la obtención de su cátedra, el joven Melquiades Álvarez contó con el apoyo de Leopoldo Alas “Clarín” y de los profesores krausistas de la Universidad, donde la escuela krausista había consolidado desde muy temprano uno de sus bastiones más consistentes. El institucionismo fue clave en la vida pública de Melquiades Álvarez. Desde aquel primer patrocinio, le acompañaron en sus empresas políticas algunos de los grandes nombres de la escuela, como Gumersindo de Azcárate. También fue relevante para que su proyecto político se definiera en buena medida como un partido de intelectuales, muchos de ellos discípulos o, al menos, con contactos importantes en el institucionismo, el movimiento antiliberal nacido en la Institución Libre de Enseñanza, que proponía una enmienda a la totalidad de la Monarquía constitucional desde la reivindicación de la revolución del Sexenio 1868-1873. Del institucionismo krausista clásico, heredó también la aversión a la escritura. Siempre prefirió la enseñanza y la oratoria forense y política a cualquier rastro escrito. Así es como perdimos la posibilidad de leer un testimonio que nos habría dado claves irremplazables para entender una trayectoria tan singular como la suya.
Siguiendo la tradición ilustrada y de compromiso público propio de las clases dirigentes de su ciudad, así como la inclinación a la que le incitaban sus amigos y protectores, el joven Melquiades Álvarez no tardó en interesarse por la acción política. Más en concreto, y siguiendo también la tendencia propia de su círculo, se decantó por el republicanismo. Admirador de Pi y Margall, Melquíades Álvarez llegó a ser elegido concejal en el Ayuntamiento de Oviedo, en lucha con las tendencias más tradicionalistas del conservadurismo, bien arraigadas en Asturias. Ya para entonces destacaba como orador y, en buena lógica, pronto dio el paso a la política nacional. Así es como fue elegido diputado en 1898, en representación de la rama asturiana de la Unión Nacional Republicana, aunque esta primera acta no le sería reconocida. Lo consiguió en 1901, y pronto se dio a conocer, en un Congreso de mayoría liberal, el último de la Regencia, como un gran orador. Lo singularizaban su voz de timbre cálido y vibrante según todos los que lo escucharon, el gesto sobrio, una prosodia musical inconfundible, casi lírica, y una retórica más precisa y moderna de lo usado hasta entonces, en particular en el republicanismo.
La diferencia no iba a estribar sólo en el estilo. Pronto el joven Melquiades Álvarez se labró un perfil propio en las grandes cuestiones del momento. Aquellos años de principios de siglo vieron un resurgir de las polémicas anticlericales, como las que simbolizó el ruidoso estreno de la Electra de Galdós en 1901, suscitadas por la legislación restrictiva con las órdenes religiosas que promocionaba Canalejas. Melquiades Álvarez fijó su posición en un primer discurso en el que reivindicó la secularización del Estado, pero sin demagogias anticlericales. Aun sin llegar a las posiciones liberales, aquello era muy distinto de la tradición anticlerical del republicanismo, que estaba rebrotando con fuerza en otra propuesta política nueva, como era la de Alejandro Lerroux. Este republicanismo templado, o liberalismo renovado, resultaba coherente con sus posiciones en materia social, en la que el joven Melquiades Álvarez se inclinaba por lo que acabó llamándose el nuevo liberalismo -el neoliberalismo de principios del siglo pasado-, que abogaba por la intervención del Estado para evitar una revolución social que parecía inminente en plena crisis el liberalismo clásico. Reconocimiento del derecho de huelga y de las sociedades cooperativas de producción y consumo, libertad de trabajo, regulación del contrato de trabajo y de la jornada laboral están entre las propuestas características de quienes, en toda Europa, andaban rompiendo con el liberalismo individualista del siglo XIX. Melquiades Álvarez destacó por la importancia que concedió a la educación en un discurso pronunciado poco después, en diciembre de 1901 y también en el Congreso, conocido luego bajo el título de La Instrucción Pública en España. La importancia concedida a la educación y sobre todo a la cultura, herencia en buena parte del institucionismo, tenía un significado propio que pronto calibraremos en sus justos términos. (…)
Seguir leyendo en Fundación Disenso, 18-10-23