El legado del PSOE
Ilustración: May Ray
A menudo escuchamos decir, incluso con cierta prosopopeya, que una derrota demasiado abultada del PSOE sería una catástrofe, que nuestro país necesita un representante de la posición socialdemócrata y que al PP le interesa que el PSOE no se colapse por mor del llamado bipartidismo.
Aunque resulte dudoso, esto último puede ser cierto en vista de la proverbial prudencia del PP de Mariano Rajoy. En cuanto a las otras dos afirmaciones son mucho más discutibles. A pesar del socorrido lugar común que corre como un dogma indiscutible, el PSOE no es ni ha sido nunca (tampoco en tiempos de Felipe González) un partido socialdemócrata homologable con el resto de los partidos socialdemócratas europeos. Un partido socialdemócrata no organiza lo que el PSOE montó tras los atentados del 11 M. Tampoco se empeña en buscar la disolución de la nación en un proyecto postnacional, como hizo el gobierno de Rodríguez Zapatero. Y tampoco se empecina en destruir la legitimidad del adversario, como el PSOE viene haciendo desde tiempos de la Transición, lo practicó con el cordón sanitario y continúa con la Ley de Memoria Histórica, destinada a destruir la reconciliación entre españoles que es la base de nuestra Monarquía parlamentaria.
El PSOE ha sido una excepción entre los partidos socialistas europeos. Viene de una tradición sindicalista e internacionalista que sigue sin revisar y ha sometido a la sociedad española a tensiones y desigualdades excepcionales. Al PSOE se deben las dificultades puestas a la natural vivencia de la ciudadanía o la nacionalidad españolas, algo que la sociedad española ha ido superando por su cuenta, a fuerza de golpes. Al PSOE se deben los prejuicios interesados que han hecho imposible la reforma de la educación en un sentido moderno, abierto a las necesidades de la economía del conocimiento. Al PSOE se debe también la situación del mercado de trabajo, que expulsa a los jóvenes y a los mayores del empleo estable y sitúa el paro en niveles desconocidos en casi ningún otro país europeo.
Así que si el PSOE vuelve a perder estas elecciones no sería un drama. Podemos, que parece tan feroz, no estará nunca en condiciones de hacer tanto daño como los socialistas, de cuyo radicalismo es heredero. Y Ciudadanos, si supera el rencor al PP y reúne fuerzas para salir del señoritismo juvenil, tiene la ocasión de articular lo que siempre se ha echado de menos en nuestro país.
La Razón, 15-12-15