Los europeos y la anglosfera
En contra de lo que suelen pensar los españoles, tan fans como siempre del país vecino, los franceses andan sumidos en una duradera y torturada crisis nacional de identidad que recuerda a la nuestra del 98. No les va a ayudar a salir de ella la decisión de Australia de cancelar el contrato de 70.000 millones de dólares para construir doce submarinos, ni el anuncio hecho por los tres mandatarios de la anglosfera acerca de la formación de una nueva alianza estratégica. Se llamará AUKUS, como es bien sabido, por los nombres de los países que la forman (Australia, United Kingdom, United States). Ninguno de los dos gestos ha sido muy diplomático, aunque hay que reconocer, como ha dicho un analista, que no hay formas suaves de cancelar una boda. Aún peor: las elites francesas, que esperaban encontrar en Biden un hombre más atento a los encantos de la vieja Europa, y menos aficionado también a los juguetes nucleares, han visto cómo el nuevo ídolo puede llegar a ser aún peor, e incluso más imprevisible, que Trump.
Bien es verdad que pasado el berrinche del jupiterino Macron, las cosas habrán de volver a su cauce. Estados Unidos, si de verdad quiere dejar de ser el gendarme mundial del nuevo orden, sea cual sea este, necesita a un país como Francia, de los pocos entre los europeos que sigue dispuesto a invertir en defensa y a comprometerse en asuntos de seguridad.
La ruptura del contrato por Australia y la creación de la alianza AUKUS continúan, como resulta evidente, el giro hacia el área del Pacífico en el que lleva comprometido Estados Unidos varios años. Echan un poco de sal en la herida abierta en la OTAN con la salida de Afganistán y ha sido acogida con entusiasmo nada disimulado por los japoneses y los taiwaneses, que ven reafirmada la disposición de los norteamericanos a limitar la influencia china en la región. Tampoco está tan claro como pareció en algún momento que la crisis del covid haya consolidado la hegemonía china. Estados Unidos sigue siendo un país de dinamismo, flexibilidad y potencia únicos y tiene además la capacidad, como acaba de demostrar, de fraguar alianzas y compromisos rápidamente. Pekín tiene mucho que aprender.
También deberían aprenderlo Francia y la UE, bastante más proclives que los socios de la AUKUS a dejarse enredar en unas relaciones con China rentables en el corto plazo y muy peligrosas en el más largo. Evidentemente, la posición de los dirigentes de la UE viene condicionada por el interés de sus poblaciones, que dependen de los productos chinos, y en el caso de Alemania, también de sus exportaciones al país asiático. Es posible, sin embargo, que una política que plantee alternativas serias a la dependencia de China y una nueva forma de acercamiento a los amigos ahora infieles en el terreno de la seguridad no sería tan mal acogida por una población que no acaba de confiar, y con razón, en el socio pekinés. Sería conveniente hablar claro a la opinión pública europea e incluso contar la verdad de vez en cuando.
La Razón, 22-09-21