La Musa Clío

Estos días, en los que todo el mundo se calza los coturnos propios de los momentos trascendentes y en los que la musa de la Historia, que Galdós, quien tuvo trato con ella, llamó Mari Clío, se pasea con naturalidad por nuestras calles, son muchos los que vuelven la mirada atrás en busca de inspiración para sus atribuladas especulaciones. Hay quien ve en las próximas elecciones municipales otras celebradas hace ya más de ochenta años. Y hay quien, a fuerza de anticiparse, vuelve la mirada aún más atrás y se remonta al Cánovas estadista, el mismo que, tras el fallecimiento de Alfonso XII, dio paso al gobierno de Sagasta y sus liberales. Cánovas sería Rajoy y, en cuanto al resto de los protagonistas, cada cual distribuirá los papeles como bien le parezca, incluidas gestoras, comisiones regias o, por qué no, Cortes constituyentes.

 

Lo positivo de esto es que la historia de España ha vuelto a cobrar una dimensión actual, y se empieza a dialogar con ella a la hora de comprender el presente. Lo negativo es el resto, es decir todo, de arriba abajo.

En la hora presente no vivimos en un régimen recién fundado, ni estamos en la refundación de otro. Hay dificultades de todas clases, dificultades económicas y nacionales, algo que compartimos con otros varios países europeos, y no precisamente de los pequeños. Sin embargo, y como también ocurre en el resto de Europa, las instituciones están funcionando con precisión y con normalidad. Realidades que eran difíciles de imaginar hace apenas unos días se han hecho presentes sin que la vida española se haya visto trastornada. El Estado y la sociedad están dando muestras de una vitalidad y una voluntad de convivir que vienen a demostrar que la Monarquía parlamentaria, el régimen del que los españoles nos dotamos a mediados de los años setenta, goza de una salud excelente.

En estas condiciones, cualquier gesto que pueda dar a entender la menor excepcionalidad es rechazable. Se trata, precisamente, de lo contrario: de insistir en los consensos, de abrirlos, de profundizarlos. Se habla mucho de hacer política, como si en estos dos últimos años se hubiera hecho otra cosa en nuestro país. Pues bien, en estos momentos, la política con mayúsculas –como gustan de decir los propios políticos- consiste en demostrar con hechos que la nación y las instituciones, el centro de la vida política, responden con seriedad y naturalidad a cualquier reto. Lo demás son frivolidades propias de gente que no sabe cómo pasar el rato. Pobre Mari Clío.

La Razón, 17-06-14