La nueva ola de derechas
En la izquierda, tal vez cunda cierto optimismo con la victoria ajustada de la socialdemocracia en Alemania y la más sobrada de Portugal. Hay otros países, sin embargo, en los que la izquierda ha desaparecido, como ocurre en Francia. En nuestro país, más conservador y amante de sus tradiciones (¿quién lo iba a decir?) que el vecino del norte, el socialismo mantiene un cierto atractivo. Aun así, todo indica que nos encontramos en un estado de ánimo parecido al de los votantes norteamericanos: allí, con ganas de sacar del Congreso a los demócratas, y aquí con ganas de desalojar al socialismo de la Moncloa.
Así lo vuelve a señalar la encuesta de NC Report publicada ayer en LA RAZÓN. Corrobora una tendencia que viene de lejos pero que se acentúa a medida que se aleja el rostro más siniestro del Covid-19, que llegan los fondos europeos e incluso que mejoran algunos datos económicos importantes, aunque la mejoría no responda del todo al optimismo un poco impostado del Gobierno. Para explicar esta tendencia se puede recurrir a la desastrosa gestión de la pandemia: la sociedad española no parece haberla olvidado, y la improvisación y la abulia gubernamental no están contribuyendo a que lo haga. También es relevante el permanente vodevil gubernamental de los socialistas con sus socios de gobierno, y el del gobierno con los nacionalistas y otros antisistema. Si las previsiones se cumplen, a finales de año es posible que al socialismo sólo le quede, como único gran escaparate, Cataluña. Una región cuya política nadie entiende, como no sea para constatar la decadencia en que han sumido a la región los nacionalistas y sus amigos de izquierdas, incluidos los Illa y los Iceta.
Hay más, sin embargo… Algo que está situado más allá de las opciones partidistas e incluso, tal vez, más allá de las ideologías. Se trata de un rechazo, mezcla de hartazgo y -¿por qué no decirlo?- de repulsión ante lo que se ha querido imponer desde el gobierno como el único pensamiento posible: una combinación cada vez más degradada de izquierdismo de salón, nostalgia republicana y anarquismo moral, macerado todo en un militantismo que parece haber perdido cualquier contacto con la realidad para extraviarse en la creación de un relato que de puro fanatismo parece ya una fantasía.
La oleada, que despunta en la conversación general, en los nuevos agentes sociales, en los nuevos comunicadores, en los fenómenos culturales y -también- en los medios de comunicación más tradicionales, revela una actitud inédita. Como si una parte importante de la sociedad hubiera decidido no esperar a los partidos y a las elites culturales para inventar una posición propia ante este neo izquierdismo de reminiscencia comunista que abanderan Sánchez y su gobierno. Esto explica el avance de la derecha y, dentro de esta, el de un partido como VOX, patente en la misma encuesta. Se diría que los votantes comprenden que está en juego algo más que la gestión económica y unas reformas encaminadas a mejorar la economía. En otras palabras, la izquierda ha destrozado cualquier posible consenso cultural y los electores están dispuestos a respaldar a quien tome nota de lo sucedido y ofrezca una alternativa en un terreno distinto de aquel en el que la derecha española se ha movido siempre.
La Razón, 31-01-22