La patria, la nación, el pueblo. Conversación con Íñigo Errejón
Íñigo Errejón, investigador universitario y colaborador de varios medios de comunicación, está considerado uno de los cerebros estratégicos de Podemos. Con razón, sin duda, dada su capacidad dialéctica, su claridad en el análisis y su sentido del humor, que le ha permitido sortear, por lo menos hasta ahora, las trampas de la popularidad instantánea en las que han caído algunos de sus compañeros. Eso no quiere decir que Errejón, que viene de una familia de tradición izquierdista, educado en el núcleo de la ultraizquierda madrileña, esté dispuesto a romper con las tradiciones. Es un hombre radical, y dispuesto a convencernos de que su lealtad a los raíces es lo mejor que nos puede pasar a los españoles.
José María Marco – En su momento, asististe a alguna de las grandes manifestaciones antiglobalización como la de Génova en 2001. Supongo que luego estuviste en el 15-M. ¿Qué continuidad hay entre aquellas manifestaciones, el 15-M y Podemos?
Íñigo Errejón – Mucha. Creo que el hilo conductor es ante todo la ilusión de que la gente tiene poder para cambiar las cosas. Y la preocupación ante un desgobierno económico, social y ecológico verdaderamente irresponsable.
JMM – Podemos arrancó como un grupo muy pequeño, consiguió un éxito espectacular en las elecciones europeas y ahora parece estancado, o en declive… Aunque esto último sea discutible, lo que es innegable es la energía del impulso y la velocidad a la que han transcurrido los hechos. ¿Cómo se vive eso? ¿Y a qué lo atribuyes?
IE – Sabíamos que no iba a ser fácil. No es normal que en un año y medio un partido consiga construirse a sí mismo y a la vez disputar el gobierno a quienes llevan monopolizándolo desde hace décadas; eso demuestra que vivimos un momento histórico y que Podemos ha sido la primera fuerza en conectar con esa voluntad general de cambio. Creo que nuestro proyecto es hoy más fuerte, aunque nuestros adversarios se hayan puesto las pilas. Si la posibilidad de vencer a las grandes maquinarias el 20 de diciembre no estuviera al alcance de nuestra mano, no habría tanta gente trabajando en repetir una y otra vez que el cambio no es posible, que no salen los números, que no se puede. ¿Qué encuesta predijo que podríamos ganar los ayuntamientos de las principales ciudades del país?
JMM – ¿Ya no nos vale el ejemplo de la Transición?
IE – En los años de la Transición se alcanzó un equilibrio de fuerzas entre quienes deseaban ruptura democrática y quienes apostaban por una reforma de la dictadura, y creo que gracias a este acuerdo se generaron consensos estables para tres décadas. El problema está en que este pacto social ha sido roto desde arriba (con la corrupción, la renuncia a la soberanía, la degradación de la división de poderes…) y una buena parte de las respuestas de entonces no colman ya las ansias de una porción cada vez mayor de españoles. Los verdaderos responsables de la crisis económica han salido reforzados -ahí están los beneficios crecientes de los magnates financieros- mientras que la gente común que cumplió con su parte, que se deslomó para conseguir que sus hijos vivieran mejor que ellos, se vio desvalida y con sus expectativas de futuro hechas trizas. Con un tercio de la población en riesgo de pobreza, el ascensor social está averiado.
JMM – A veces pienso que Podemos ha tenido la oportunidad de convertirse en el gran partido populista (sin connotaciones forzosamente negativas) de nuestro país. Para eso quizás habría hecho falta pensar más en términos nacionales, o incluso nacionalistas españoles. Lo habéis intentado, con la palabra y la idea de “Patria”, que ha estado presente en vuestra estrategia.
IE – Nosotros tenemos una noción democrática, no nacionalista, de patria, que identifica la patria con la gente. Intentamos que se visibilice cómo quienes se llenan la boca con la nación venden al mismo tiempo muy barata la soberanía nacional. Intentamos, por tanto, recuperar nuestra soberanía económica y política, paso ineludible en cualquier recuperación del país y de los intereses de las mayorías. Ello es perfectamente compatible -incluso, diría, necesariamente complementario- con una concepción plurinacional de España: creemos que sólo la democracia, sólo la asunción de nuestra pluralidad real, puede volver a cohesionar a nuestro país. No le tenemos miedo a la democracia, más bien al contrario: tenemos muy claro que es el miedo a la democracia lo que está desgastando y rompiendo día a día la estabilidad y la cohesión de nuestro país.
JMM – En España, el morado es un color de perdedores.
IE – [Risas] Creo que ese comentario podría sentarle mal a muchísimas cofradías… Ahora en serio, la imagen de la Puerta del Sol teñida de morado el 31 de enero fue para mí la mejor demostración de que en este país hay una mayoría social decidida a ganar.
JMM – Parecéis jacobinos en las actitudes de ruptura con respecto a la “casta”, el establishment o el antiguo régimen, por así decirlo. No parecéis tan jacobinos en cuanto a la estructura del Estado. ¿Qué es España? ¿Una nación? ¿Un Estado? ¿Una nación de naciones? ¿Una comunidad política postnacional?
IE – España es mi país. Y sé que en su interior conviven diferentes naciones, como reconoce la propia Constitución. Reivindicamos un patriotismo democrático, como decía antes. O la patria es la gente o está vacía. Y creo que nuestra actitud con respecto a la casta y la corrupción ha sido, ante todo, patriótica y democrática.
JMM – ¿Y cómo encaja Cataluña en esa idea?
IE – Queremos que Cataluña encaje. Es más, estamos convencidos de que nuestra posición, aunque no haya sido rentable en las elecciones catalanas, sin embargo es la más responsable, la única que pueda solucionar el impasse en Cataluña en el medio plazo. Para el PP Cataluña es un problema. Para nosotros es una nación que tiene encaje en una España diferente.
JMM – Cuando he ido a Somosaguas, a la Facultad de Ciencias Políticas, me parecía volver a una versión de la Universidad de Vincennes, en París, que conocí en los años setenta. Algo así como el túnel del tiempo… Da la impresión de que Podemos se está dejando encerrar en la extrema izquierda, sabiendo como sabíais desde el principio que ese era un peligro serio.
IE – Me siento orgulloso de haber estudiado en una facultad donde se respira compromiso político. Los grandes avances democráticos nacen del compromiso de toda esa gente que no aceptó el consejo de “haga como yo y no se meta usted en política”. Ahora bien, siempre hemos tenido claro qué etiquetas quería el adversario que nos pusiéramos para autoexcluirnos de la disputa política. En Vistalegre aprobamos una estrategia política que establecía todo lo contrario: para emprender un nuevo proyecto de país hace falta construir una mayoría transversal con gente que puede venir de votar cosas muy diferente pero que comparte los mismos deseos y una buena batería de medidas que son puro sentido común.
JMM – Muchas veces parece que la gente de Podemos sigue sin darse cuenta que el Muro de Berlín cayó en 1989. ¿O sí?
IE – En 1989 éramos unos niños. Tratar de interpretar lo que sucede hoy con elementos del pasado es una tendencia que evidencia cómo lo que está ocurriendo desborda los marcos de comprensión de nuestros adversarios.
JMM – ¿Proponéis una socialdemocracia modernizada, o más bien queréis ensayar un movimiento político post socialdemócrata?
IE – Hoy la disputa fundamental se da entre democracia y oligarquía. Hoy democracia significa que alguien pueda vivir sin miedo a perder el empleo o que le corten la luz al día siguiente, que nadie esté por encima del marco legal que nos damos entre todos, que el Estado nos proteja de los abusos de las grandes corporaciones y aporte un mínimo colchón para desarrollar un proyecto de vida dignamente. El problema es que la socialdemocracia europea se ha vuelto indistinguible de aquello contra lo que trabajaba, como pone de relieve el caso paradigmático de Tony Blair o el acuerdo de PP y PSOE para reformar el 135 de nuestra Constitución tras un telefonazo de Merkel.
JMM – ¿Quiénes han sido tus maestros?
IE – Pues los primeros fueron mis padres, y no lo digo como lugar común. Con ellos sigo compartiendo lecturas, discusiones y proyectos. Intelectualmente debo mucho a Gramsci, fundamentalmente a través de García Linera. Pero la experiencia que más me ha enseñado ha sido la de construir Podemos a mano con tantos compañeros y compañeras a lo largo de este año acelerado, aprendiendo mucho de todos ellos.
JMM – Se cuenta que Bebel, el socialista alemán, decía que el antisemitismo es el socialismo de los tontos. Comprendo que no es un argumento contra el antisemitismo, entre otras cosas porque hay muchos tontos, pero en fin, ¿qué te parece esa idea?
IE – Quienes atribuyen problemas estructurales complejos a motivos étnicos no sólo no comprenden nada sino que alimentan las ideas más peligrosas para la convivencia democrática. Ya sea en Alemania o en Badalona.
JMM – ¿Qué relación hay entre la enseñanza y la investigación y el ejercicio de la política? ¿Se complementan? ¿Hay continuidad? ¿Es difícil compaginarlas? Lo de la academia en el poder, es decir los intelectuales metidos en política, ha tenido poco éxito a lo largo de la historia…
IE – Son dos lógicas diferentes. La lógica de la intervención y la disputa inmediata es decisiva en un año tan electoralmente intenso como éste. Sin esta disputa inmediata y a corto plazo, la teoría política queda en poesía. Pero también es cierto que si detrás de tu intervención política no existe reflexión, todo se queda en coyuntura y pierdes de vista cualquier perspectiva de transformación de la realidad. Creo que pocos partidos han dedicado tanto esfuerzo a la discusión teórica y generado un debate tan rico como el que viene produciéndose en Podemos el último año y medio. (…)
Seguir leyendo en La Razón, 25-10-15
Ilustración: La Razón