Recomposición de la derecha
Las elecciones del 28 de abril planean crudamente las consecuencias de lo ocurrido durante los mandatos de Rajoy y después de la insurrección de los nacionalistas catalanes. Es la cuestión de la recomposición de la derecha española, sin la cual no habrá una alternativa viable a una izquierda que por su parte no puede gobernar sola, como ha quedado demostrado una vez más ahora que depende de los votos, o bien de podemitas y secesionistas, o bien de Ciudadanos.
Es tarde para lamentar lo ocurrido. Lo que se perfila a partir de aquí son dos posiciones claras. Dentro de la derecha, una ocupa el espacio más próximo al centro y mantiene posiciones liberales, en el nuevo sentido del término: más progresistas que lo que se solía entender antes por liberal. La posición responde bien a una parte amplia de la sociedad española, comprometida con la idea de España pero cómoda con buena parte de los aparentes consensos sociales y culturales que han ido conformando la vida reciente de nuestro país.
Junto a Ciudadanos, y recién llegado al Congreso (con otra victoria importante, como la de C´s) está Vox. Comparte con los primeros su defensa de la nación española y buena parte de un ideario económico liberal. En cambio, representa a esa parte de la sociedad española que ha acabado por sentirse excluida, y sin representación, tanto en la política como en los modos y los contenidos culturales. Es desde último aspecto, en el que la palabra España adquiere una importancia crucial –tanto más cuanto que se ha visto apartada de la cultura oficial- donde Vox se ha hecho fuerte. En este sentido, no hay vuelta atrás y lo que ha estado vigente durante varias décadas se ha quebrado definitivamente. Ya no caben los silencios previos.
Resulta difícil ver cómo se articula, a partir de aquí, algo que vuelva a recomponer el centro derecha en una alternativa a la izquierda y a los secesionistas. Lo que unía hace tiempo a todo el espectro, que era el PP, está averiado y aunque conserva, al menos formalmente, el liderazgo de la oposición, no tiene fuerzas, después de la reforma de Rajoy y de la segunda reforma de Casado, para asumir su antiguo papel de gran unificador. Las inminentes elecciones no van a mejorar la situación y sólo cuando pasen se podrá empezar a ver cómo evoluciona la situación.
La Razón, 30-04-19
Ilustración: André da Loba