El trovador. «Di quella pira»
El director de orquesta Gianandrea Gavazzeni dijo de El trovador que es “la Pasión según San Mateo italiana”.
Es, sin la menor duda, la ópera de todas las óperas, aquella en la que Verdi se despidió del género tal como lo había practicado en su juventud y en su primera madurez, con esa combinación inigualable de bel canto sublime y urgencia e intensidad dramáticas, como nunca se había conocido hasta entonces y como nunca se volvería a conocer.
El resultado es la revelación de una humanidad absoluta, tan densa y tan honda que anula la vulgaridad de lo que es vulgar sin remedio: las marchas de guerra, una banda en escena, un coro de soldados o de gitanos, las melodías hechas de cuatro notas ascendentes, todo eso que lleva a las lágrimas al verdiano de verdad, aquel que comprende que ahí está la clave de todo, de esa vida verdadera a la que aspiran y por la que cantan desesperadamente los personajes del Trovador.
Y si El trovador es la ópera de todas las óperas, “Di quella pira” es la cabaletta de todas las cabalettas. Para los verdianos de pro, y para divertirnos todos un rato, valga esta antología de las últimas notas –el famoso do4 o sobreagudo- de esta bomba maestra.
El Teatro Real de Madrid repone estos días El trovador, de Giuseppe Verdi, sobre el «drama caballeresco» del mismo título de Antonio García Gutiérrez.