Plan B. Pintura y política
Trump da entrevistas en el monumento a Lincoln de Washington y Sánchez suele aparecer en la Moncloa delante de un “cuadro” que representa una escena de caos protagonizada por unos perros famélicos o drogados. Son dos formas de concebir la relación con lo público y, en consecuencia, también la relación la ciudadanía. La cosa no requiere grandes explicaciones, aunque es de notar la predilección de los decoradores de la Moncloa, desde Rodríguez Zapatero, por la “pintura” abstracta, que no significa nada.* También está claro que el escenario a lo Washington no tiene por qué conducir a una política mejor ni más consensuada. Ahora bien, lo que garantiza el otro, el del caos y los perros yonquis, es una política de confrontación, ajena al diálogo, al pacto y al acuerdo, que siempre requieren el recurso a la nación y a lo nacional.
Por eso hace bien Pablo Casado en poner condiciones evaluables al respaldo del Partido Popular a la cuarta prolongación del Estado de sitio. Y es que el plan B, que lo hay, no consiste en una serie de medidas alternativas, sino en gobernar de otro modo. Tan bien lo saben en Moncloa que el equipo comunicativo -será el mismo que ha colocado el “cuadro” de los perros- se ha sacado de la manga una nueva palabra, la “cogobernanza”, a la espera que tenga la buena acogida que la sociedad española, siempre amante de novedades, ha dispensado a expresiones como “desescalada” y “nueva normalidad”.
La respuesta de Sánchez y sus socios será tensar la cuerda hasta el límite. Y es que no tenemos un equipo de gobierno. Tenemos un grupo de jugadores, de adictos al juego. Casado, que ha cambiado en estas semanas atroces, parece haber comprendido que con esta clase de personajes no es posible acordar nada. El toque consiste en hacer como si se creyera que es posible negociar y pactar. Todavía no ha llegado a la finura de saber dar a entender, al mismo tiempo, que no se cree lo que está haciendo. Y no porque no crea en el diálogo, la negociación y el pacto, sino por saber que sus supuestos interlocutores son incapaces de concebirlos. Bien es verdad que está por ver si la ciudadanía española sería capaz de entender algo así. En cualquier caso, ya es un gran cambio el nuevo perfil de Casado, cuajado y grave, acorde con la tragedia que seguimos viviendo.
La Razón, 05-05-20
*Comentario aparte merece otro “cuadro” con un laberinto que parece inspirado en un ideograma.