Activismo europeo
Tal y como se esperaba, la Unión Europea ha aprobado las nuevas directrices para el etiquetaje de los productos procedentes de empresas situadas en los Altos del Golán, Cisjordania y Jerusalén Este. Ya no podrán ser vendidos como productos “Made in Israel” y tendrán que especificar su lugar de producción. La decisión viene tras la petición en este mismo sentido que el pasado mes de abril enviaron a la representante diplomática de la UE 16 ministros de Asuntos Exteriores de otros tantos países de la UE, entre ellos el ministro español.
El principal argumento de la UE es que ni Cisjordania ni Jerusalén Este forman parte de Israel y que la etiqueta usada hasta ahora supone un engaño al consumidor. Así que habrá que especificar si se trata de “producto de Cisjordania (producto palestino”, “Producto de Gaza” o “Producto de Palestina” o también si se trata de un asentamiento israelí, por ejemplo “Producto de los Altos del Golán (asentamiento israelí)”… (En un mundo de políticos reconvertidos al activismo, cualquier cosa se puede esperar.)
Los israelíes han contestado que la medida se acerca más al boicot que el reconocimiento de una situación legal. Además se ha argumentado que la medida viola diversos tratados multilaterales acerca de la libertad de comercio, y en particular el compromiso de la Unión en no tomar ninguna decisión que prejuzgue el estatus de los territorios en cuestión o predetermine el resultado de las negociaciones.
Por otra parte, la UE ha tenido dificultades para justificar por qué se aplican medidas como esta en el caso de Israel y no en el Chipre, en el de Marruecos (con la pesca en la zona marítima del antiguo Sahara español) o en Ucrania. Eso sin contar con el comercio y la inversión en la UE de países en los que se violan masivamente los derechos humanos.
El debate jurídico y político se podría trasladar ahora a la Organización Mundial de Comercio: evidentemente, Israel no va a aceptar fácilmente un trato que considera injusto y discriminatorio. Mientras tanto, se podrán empezar a comprobar las consecuencias y la eficacia de la medida.
En términos simbólicos y políticos, está claro que hace daño a Israel, objeto de un tratamiento que lo equipara a una sociedad en la que la discriminación. Tal vez es lo que se quiere, aunque una de las consecuencias de esto sea también la renuncia de la UE a tener algo de influencia en Israel.
¿Favorece, por tanto, la causa palestina? Si por causa palestina se entiende algo puramente político, que respalda la posición (sea cual sea esta) de los representantes palestinos en una negociación, el golpe propagandístico es importante. Si, en cambio, se entiende como tal el nivel de vida de los palestinos que viven en Cisjordania y en Jerusalén Este, la cosa cambia. En el caso de que la medida hago algo más que un daño puramente simbólico, es decir si los consumidores europeos dejan de comprar estos productos, los que padecerán serán los palestinos que trabajan en su producción: unos 25.000, que llegan a cobrar tres veces más que aquellos que lo hacen en empresas no israelíes. Para Israel, el volumen de los productos afectados no llega al 1 por ciento del conjunto de las exportaciones a la UE, siendo así que Israel es un socio privilegiado –en muchos aspectos– para la Unión.
Seguramente los palestinos que trabajan en la producción de estos bienes estarán pensando que lo mejor que les puede ocurrir es que los empresarios abran nuevos mercados. Queda por ver si las autoridades de la Unión eligen un color específico para el etiquetaje.
El Medio, 17-11-15